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LOS MILAGROS EN LOS EVANGELIOS El hombre, que no disponía de autonomía, recupera la libertad de movimiento (v 12). La reacción de la gente pone fin a la escena, glorificando a Dios y subrayando la singularidad de Jesús (cf. 1,22; 1,27). ¿Es el enfermo sólo un pretexto para probar una verdad reli­ giosa: la del perdón de los pecados? ¿No parece un tanto deshu­ manizada esta curación? No. Pero esto nos advierte sobre cómo pueden desplazarse los acentos al “componer” una obra. Aquí nos encontramos, probablemente, ante dos hechos diferentes que, al ensamblarlos en uno solo producen esos retoques. El evangelista quiere con ello afirmar el poder salvador-sanador de Jesús, que afecta a todas las dimensiones de la persona. Jesús es la irrupción definitiva de Dios (v 7). Pero eso no sólo provoca admi­ ración sino sospechas. A unos entusiasma y a otros exaspera (cf. Le 2,34-35). Comienza la oposición. NAT. GRACIA LX 1/eneroabril, 2013, 119-146, ISSN: 0470-3790 143

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