PS_NyG_2013v060n001p0119_0146

LOS MILAGROS EN LOS EVANGELIOS en la espera de su cumplimiento pleno y definitivo. Jesús es presen­ tado como el gran bienhechor y profeta escatológico de su pueblo. Juan, por su parte, ha escogido unos cuantos relatos de milagros con vista a su proyecto: fundamentar la fe de sus destinatarios en Jesús, el Cristo e Hijo de Dios, para acceder a la plenitud de vida divina que él ha revelado y ha hecho posible con su palabra y su acción salvífica, y que culmina en el signo final de la cruz (Jn 20,30-31). Un cotejo entre los sinópticos advierten de esos procesos redaccionales: ubicaciones geográficas y cronológicas distintas (cf. Me 2,1-2; Mt 9,1-2 y Le 5,17-18), detalles explicativos (cf. Me 5,25- 28; Le 8,43-44)... Todo esto, sin embargo, no afecta a la historicidad fundamental del dato -la obra sanadora de Jesús-, sino al modo redaccional, influenciado además por los modelos literarios en uso para narrar esos hechos y por la mentalidad y cultura de la época. Tres momentos se advierten en la estructura de los relatos de curación: a) Introducción, donde se presenta el caso; b) Encuentro, con la respuesta del taumaturgo; c) Conclusión-despedida, con la realización del milagro y la reacción del afectado y de la gente. Con la peculiaridad de los exorcismos, donde se relata el enfrentamiento entre Jesús y el espíritu malo en forma polémica. Los relatos de milagros en los evangelios, sin embargo, tienen su “originalidad”. Manifiestan, por una parte, distancias respecto de las narraciones de milagros de ambiente judío y helenista, y, por otra, se apartan de los “intereses” típicos de la primitiva comunidad pascual. De hecho no son “apodípticos”, ni impiden el “fracaso” de la cruz -tentación que Jesús rechaza (Mt 27,40), pero que no debe limitarse a ese momento puntual-. La cruz no es identificable con la crucifixión sino con todo el proceso de opciones y decisiones que condujeron a la misma. Un Mesías taumaturgo no formaba parte de las esperanzas del judaismo oficial -pero sí de las esperanzas populares-, ni corres­ ponde al contenido esencial de la fe cristiana. Así puede constatarse en Pablo. Tampoco de Juan el Bautista se relatan milagros; Juan expresamente pondrá en boca de la gente: “Juan no hizo ninguna señal” (Jn 10,41). NAT. GRACIA IX 1/enero-abril, 2013, 119-146, ISSN: 0470-3790 131

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz