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LOS MILAGROS EN LOS EVANGELIOS que p u e d o (Mt 9,28). La fe es la protagonista del milagro: “Si tuvierais f e como un grano de mostaza. .. ” (Mt 17,20). “ Todo es posi ble p a r a el que cree ” (Me 9,23). La falta de fe impide el milagro y extraña a Jesús (Me 6,1-6), mientras le admira su presencia, la de la fe, en ambientes no judíos (Le 7,9). Por eso, los milagros son, paradójicamente, portadores de jui cio: “Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho, los signos que se han hecho en vosotras...; p o r eso en elJu icio habrá menos rigorp a ra Tiro y Sidón que p a r a vosotras ” (Le 10,13-14). Sin la fe, los milagros son ambiguos y equívocos. Por esa falta de fe los opositores a Jesús, aún reconociendo esas obras porten tosas, las identifican con energías diabólicas, y a Jesús como a un poseso (Me 3,22). Sin la “escucha”, sin la “apertura” creyente, dirá Jesús “no se convencerán ni aunque resucite un muerto ” (Le 16,31). Podrán, incluso, seducidos, magnificar a Jesús, para apropiárselo como garantía de seguridad, pero eso supondría una distorsión her menéutica, por eso “dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarlo p o r la fu e rz a p a ra hacerlo rey, huyó de nuevo a l monte él solo ” Qn 6,15). Los milagros de Jesús son significativos para el que está abierto a la verdad de Dios; revelan la misión de Jesús (sinóp ticos) y la verdad íntima de Jesús (Jn 10,25). Demandan, pues, una cierta fe inicial, que acabará por convertirse en fe cierta. Lo peculiar de Jesús no es que realizara exorcismos y cura ciones -otros lo hacían también (Mt 12,27), y existen abundantes testimonios al respecto en el área de Palestina y del mundo hele nista-, sino el sentido y finalidad de los mismos. Eran “energías” y “profecías” del reino de Dios. Y fue la no comprensión de esta clave hermenéutica, la que provocó su rechazo y la condena a muerte. Limitado al papel de predicador religioso, de moral o de narra dor de parábolas, Jesús no habría tenido impacto en las masas hasta el punto de resultar molesto a las autoridades religiosas y políticas, responsables de las instituciones religiosas tradicionales y del orden público. Fueron esos gestos, desde el contexto hermenéutico en que los situó Jesús, lo que desencadenó su condena por hetero doxo. Jesús no sólo curaba, sino que lo hacía “en sábado” (Me 3,2), mostrando que no era el hombre para el sábado sino el sábado para NAT. GRACIA LX 1/enero-abril, 2013, 119-146, ISSN: 0470-3790 129
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