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LA RELIGIÓN COMO SISTEMA CULTURAL. tural de la acción no implica la oposición entre cultura y sociedad, sino la abstracción de una dimensión con fines analíticos11. Es precisamente en este punto donde se percibe con claridad la diferencia entre los dos autores, pues, a pesar de que Parsons insistía en la autonomía analítica de cada una de las dimensiones, se concentraba en buscar la fusión de la cultura, la personalidad y lo social. Es más fuerte el intento de unión de los tres ámbitos que la separación. La importancia concedida a los valores como indis pensables en la regulación de la vida social y de las personalidades lo corrobora. Parsons no se preocupa por averiguar o investigar la naturaleza de los sistemas de valores, pues siente mayor interés en señalar cómo se relacionan estos valores con los otros sistemas12. De modo que, para el sistema social, es únicamente la institu- cionalización de los valores lo que resulta de interés, en cambio, para la personalidad resulta ser su socialización. Con esto, expresa Parsons su idea de que los símbolos han de ser estudiados en cuanto que transmiten valores, y estos son definidos, a su vez, como símbolos que se han vuelto parte del sistema social; son subcon- juntos de símbolos que se institucionalizan. Argumentando de este modo, no se defiende el estudio de los símbolos por sí mismo, sino en cuanto que éstos tienen una presencia concreta en una institu ción. Aquí radica la principal diferencia con el análisis que hace Clifford Geertz. Su centro de atención no se sitúa en las institucio nes, sino, sobre todo, en los símbolos mismos, como portadores de significado que operan en cada una de las acciones. Ciertamente, no olvida desde luego la importancia social de las instituciones, pero se interesa, sobre todo, por los problemas específicamente sociales que ellas presentan, y, no tanto, por los culturales. Es sutil, pero muy importante la diferencia, puesto que dota de autonomía al campo 11 “Por más entrelazados que estén los elementos culturales, sociales y los psicológicos en la vida cotidiana de las cosas, conviene distinguirlos en el análisis y así aislar los rasgos genéricos de cada uno ”, C. GEERTZ, O. c., 1988, 90-91; Ver: J. ALEXANDER, “Analytic debates: Understanding the relative autonomy of culture”, en Culture and Society (1992), 1-12, Cambridge, Cambrigde University Press. 12 Ver: J. ALEXANDER, O. c., (1992), 245. NAT. GRACIA LX 1/enero-abril, 2013, 59-91, ISSN: 0470-3790 65
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