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IGLESIA, RELIGIONES Y SALVACIÓN. dirigidas contra grupos cristianos que habían abandonado la Iglesia y habían creado cismas, sectas o comunidades heréticas. Estos gru­ pos se caracterizaron unas veces por un extremo rigorismo, defen­ diendo que la Iglesia debía ser pura y sin mancilla; y que la Iglesia jerárquica era infiel al evangelio; y algunos se consideraron ellos mismos como la verdadera Iglesia de Cristo, en la que se hallaba la salvación. Esta no era la concepción cristiana acerca del hombre ni acerca del modo que Dios quiere para salvarlo, reflejado en tantos lugares de la predicación de Cristo. Y las posturas heréticas, dejando de lado la complejidad de las situaciones históricas, eran modos de desfigurar la realidad del Logos encarnado22. Después de la persecución de Decio contra los cristianos, los novacianos negaron que la Iglesia pudiera perdonar a los que habían prevaricado en la persecución y a los que habían cometido graves pecados. Novaciano se opuso a la elección del Papa Cor- nelio y se consideró él mismo como Papa. Cipriano se opuso al extremo rigorismo de este cisma, defendiendo la unidad de la Igle­ sia y que en ésta estaba la salvación. A San Agustín le tocó luchar contra varios cismas y doctrinas que se oponían a la doctrina de la Iglesia: Contra los maniqueos, contra los pelagianos; y sobre todo, en nuestro contexto, contra los donatistas. Esta secta, seguidora de Donato, estaba muy extendida en el norte de África en tiempo de San Agustín; y se caracterizaba también por un extremo rigorismo, se consideraba a sí misma la verdadera Iglesia de Cristo y fue muy beligerante no sólo con la palabra, sino con acciones violentas con­ tra la Iglesia católica y contra sus ministros. El ardor de la polémica debió influir en las afirmaciones rigurosas de los padres. También en la edad media, Inocencio III tuvo que luchar contra los cátaros o albigenses, que estaban extendidos por varias regiones de Europa y en muchos casos eran también beligerantes contra la Iglesia católica. Y la Bula Unam Sanctam de Bonifacio VIII fue escrita en el contexto de una larga controversia con el Rey de Francia Felipe el Hermoso. La Bula no fue escrita por el Papa, sino 22 Cf. H. DE LUBAC, Paradoja y misterio de la Iglesia , Salamanca, Sígueme, 2002, 143. NAT. GRACIA LX 1/enero-abril, 2013, 9-58, ISSN: 0470-3790 15

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