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SATURNINO ARA BURUGORRI encuentro con Cristo, se da mediante el conocimiento de la Escritura y la Tradición vivas en la Iglesia, bajo la guía del espíritu Santo. La finalidad de todo el proceso de transmisión de la fe, es la de la edi ficación de la Iglesia como comunidad de testigos, se dice así y de forma tan explícita, en el número 17, donde se advierte: “Los frutos, que este ininterrumpido proceso de evangelización genera dentro de la Iglesia como signo de la fuerza vivificadora del Evangelio, tomanforma en la confrontación con los desafíos de nues tro tiempo. Es necesario generarfamilias que sean signos verdaderosy reales del amory de coparticipación, capaces de dar esperanzaporque están abiertas a la vida; se necesita lafuerza para construir comuni dades queposean un auténtico espíritu ecuménico y que sean capaces de un diálogo con las otras religiones; urge el coraje para sostener iniciativas de justicia social y solidaridad, que coloquen al pobre en el centro del interés de la Iglesia; se desea mostrar el gozo queproduce la donación de la propia vida en un proyecto vocacional o de con sagración. Una Iglesia que transmite su fe, una Iglesia de la “nueva evangelización ” es capaz en todos estos ámbitos de mostrar el Espíritu que la guía y que transfigura la historia: la historia de la Iglesia de los cristianos, de los hombresy de sus culturas. También el coraje de denunciarlas infidelidadesy los escándalos, que emergen en las comunidades cristianas como signo y como conse cuencia de momentos defatiga y cansancio en la tarea del anuncio, es parte de esta lógica de reconocimiento de los frutos. El coraje de reconocer las culpas; la capacidad de continuar dando testimonio de fesucristo mientras comunicamos nuestra continua necesidad de ser salvados. Sabiendo que -como nos enseña el apóstol San Pablo- pode mos ver en nuestras debilidades lafuerza de Cristo que nos salva (c f 2 Cor 12,9; Rom 7, 14 s); el ejercicio de la penitencia, el empeño en caminos depurificación y la voluntad de reparar las consecuencias de nuestros errores; una sólida confianza en que la esperanza que nos ha sido dada “no defrauda, porque el amor ha sido derramado en nues tros corazones” (Rom 5, 5), son también éstos diversosfrutos de una transmisión de lafe, de un anuncio del Evangelio que, ante todo, no deja de renovar a los cristianos, a sus comunidades, mientras lleva al mundo el Evangelio defesucristo 526 NAT. GRACIA LIX 3/septiembre-diciembre, 2012, 515-541, ISSN: 0470-3790
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