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BERNARDINO DE ARMELLADA La reacción católica no fue negar el sacerdocio universal, sino defender lo negado por Lutero. Y en esa tesitura se pronunció el Concilio de Trento, que reafirmó la doctrina católica sobre el sacra­ mento del orden. En algunas sesiones del Concilio se habló cierta­ mente del sacerdocio de los fieles como unión espiritual con Cristo, uniéndose a Él y ofreciéndose al Padre como hostias vivas. Pero el tema no pasó a las decisiones conciliares. Recordamos lo esencial del decreto De sacram en to ordinis (15 junio 1563 ): “Es necesario con fesar . .. qu e hay en la Iglesia un sa cer­ d ocio nuevo, visible y externo, en qu e se mudó el a n t i g u o . y qu e el mismo Cristo h a d a d o a los Apóstoles y sus sucesores, en el sacerdocio, la potestad d e consagrar, o frecer y adm in istrar su cuerpo y sangre, a s í com o la d e p e rd on a r y retener los p e c a d o s ”6. Ya en el ambiente de la necesaria apertura a la actividad res­ ponsable de los seglares, será en el Concilio Vaticano II cuando el Magisterio de la Iglesia tratará y pondrá en su punto la doctrina de la Escritura sobre el sentido del pueblo sacerdotal. Entraba implícita­ mente en una de las finalidades de la convocatoria del mismo conci­ lio. La Iglesia se daba cuenta de que “no p o d ía p e rm an e c er en m odo alguno com o espectadora p a siv a ”, antes bien “ extraer d e su seno, y d esarrollar en todos los cam pos del d inam ism o hum an o energías inm ensas p a r a el apostolado, la oración y la a c c ió n ”, también d e p a rte í(d el laicado, c a d a vez más consciente d e sus responsabilidades dentro d e la Iglesia ”7. Resultaba, por tanto, no sólo oportuna, sino necesaria la exal­ tación del sacerdocio común de los fieles reavivando un aspecto importante de la conciencia cristiana en orden a una responsabilidad activa dentro de la Iglesia. Ya en los años anteriores al Concilio Va- 6 Canon I: “Si alguno dijere, que no hay en el nuevo Testamento sacerdocio visible y externo; o que no hay potestad alguna de consagrar, y ofrecer el verdadero cuerpo y sangre del Señor, ni de perdonar o retener lospecados; sino sólo el oficio, y mero ministerio de predicar el Evangelio; o que los que no predican no son absoluta­ mente sacerdotes; sea excomulgado ”. 7 Constitución apostólica Humanae salutis , de S. S. Juan XXIII convocando el Concilio, n. 4. 486 NAT. GRACIA UX 3/septiembre-diciembre, 2012, 481-514, ISSN: 0470-3790

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