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PABLO GARCÍA CASTILLO él. El autor de los Hechos lo vio claramente cuando relata la visita del apóstol Pablo a Atenas, centro intelectual y cultural del mundo griego clásico y símbolo de su tradición histórica, y su sermón en ese lugar venerable, el Areópago, ante un auditorio defilósofos estoicosy epicú­ reos a los que habla del Dios desconocido"'25. El relato de este encuentro entre el cristianismo y la filosofía basta para descubrir la ambivalente relación de seducción y rechazo que se observa entre ambos, especialmente entre el platonismo y el cristianismo. El texto de los Hechos dice así: “Mientras Pablo les esperaba en Atenas, estaba interiormente indignado al ver la ciudad llena de ídolos. Discutía en la sinagoga con los judíos y con los que adoraban a Dios; y diariamente en el ágora con los que por allí se encontraban. Trababan también con­ versación con él algunos filósofos epicúreos y estoicos. Unos decían: ¿Qué querrá decir este charlatán? Yotros: Parece ser un predicador de divinidades extranjeras. Porque anunciaba afesúsy la resurrección. Le tomaron y le llevaron al Areópago; y le dijeron: ¿Podemos saber cuál es esa nueva doctrina que tú expones? Pues te oímos decir cosas extrañas y querríamos saber qué es lo que significan. Todos los ateniensesy losforasteros que allí residían en ninguna otra cosa pasaban el tiempo sino en decir u oír la última novedad. Pablo, depie en medio del Areópago, dijo: Atenienses, veo que vosotros sois, por todos los conceptos, los más respetuosos de la divinidad. Pues al pasar y contemplar vuestros monumentos sagrados, he encontrado también un altar en el que estaba grabada esta inscripción: Al Dios desconocido. Pues bien, lo que adoráis sin conocer, eso os vengo yo a anunciar. El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él, que es Señor del cielo y de la tierra, no habita en santuariosJdbricados por manos humanas, ni es servido por manos humanas, como si de algo estuviera necesitado, el que a todos da la vida, el aliento y todas las cosas. Él creó, de un solo principio, todo el linaje humano, para que habitase sobre toda la faz de la tierra fijando los tiempos determina­ dos y los límites del lugar donde habían de habitar, con elfin de que buscasen la divinidad, para ver si a tientas la buscaban y la halla- 23 W. JAEGER, Cristianismoprimitivo y paideia griega, O. c., 22. 462 NAT. GRACIA LIX 3/septiembre-diciembre, 2012, 451-480, ISSN: 0470-3790

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