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ÁNGEL INFESTAS GIL 1. LA PRIMERA ÉPOCA Modernidad y sociología suelen ser consideradas como dos di­ mensiones de un mismo fenómeno, que resume los procesos de cambio experimentados por las sociedades europeas durante los si­ glos XVIII y XIX. La modernidad como transformación de las estruc­ turas del antiguo orden social, así como de sus fundamentos legiti­ madores; y la sociología como reflexión sobre esos cambios, como intento de comprenderlos y explicarlos científicamente. El hecho del cambio social, la toma de conciencia sobre el mismo y la necesidad, más o menos consciente y explícita, de su control son las facetas más importantes de las primeras aportaciones sociológicas, pero también son precondiciones para su planteamiento. Las diferencias en el ritmo de realización de esos tres aspectos marcan en cada país tanto el momento del origen como las etapas del desarrollo de la reflexión científica sobre la sociedad. Esta cons­ tatación permite explicar su difusión relativamente tardía en aquellas sociedades que retrasaron su incorporación a la modernidad. En es­ tos países la sociología no surge como una demanda de explicación de los cambios producidos o en curso, sino como parte de un pro­ yecto social o, al menos, como un instrumento para su realización. Tuvo, por tanto, en sus orígenes una clara orientación reformista no exenta de connotaciones doctrinales, ideológicas. Estas generalizaciones que también podemos aplicar a otros países, en el caso de Portugal aparecen claramente cuando se ana­ liza la obra de los pioneros de la sociología y las reacciones que provocó. Compartiendo una misma situación social, se enfrentaban dos modelos de sociedad: el tradicional como realidad implantada, indiscutida e indiscutible, teórica e ideológicamente; y el moderno como proyecto, como camino para la implantación de un orden so­ cial nuevo. 394 NAT. GRACIA LIX 3/septiembre-diciembre, 2012, 383-432, ISSN: 0470-3790

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