PS_NyG_2012v059n002p0313_0339

LUIS ANDRÉS MARCOS diantes, pero no en cuanto trágicos, pues estos, como Avito, acep­ tan el papel del caballero de la ciencia, sin intentar meter ninguna morcilla. Amor y Pedagogía es toda ella una morcilla. Unamuno escribe para introducir su morcilla. Lo característico de la novela unamunia- na, es que a la vez que hace la novela, ella misma está realizando lo que propone, es performativa. Dice que la comedia es la posibilidad para ser libres y a la vez está realizando una comedia que libera, pues es una broma o una humorada, es decir una comedia.Pero la tarea del autor no termina aquí, sino que si es verdad que la morci­ lla surge en y desde el papel que el Gran Apuntador nos entrega a cada uno, actuamos (= representamos el papel) para obligar a que nuestras palabras pronunciadas durante la representación, sean es­ cuchadas por el Supremo Lector. Por eso el genio no es el que es guiado por el papel del otro, como Apolodoro era guiado por Avito, sino el que logra que su morcilla quede en la obra eterna que regula y distribuye el Gran Apuntador. El autor que sabe meter su morci­ lla queda como autor en la obra eterna. Por eso dice que escribe para la eternidad y no para sus lectores solamente. Unamuno habla y escribe para ser escuchado por el Gran Lector, el Supremo Dra­ maturgo, e inmortalizarse en el drama eterno de la obra de Aquél. Para Unamuno, que fundamenta la realidad humana en la Palabra, esta se pronuncia para ser escuchada, y por tanto para el diálogo. Y el Gran Dramaturgo, es el Gran Escuchador de nuestras morcillas, y es el que al introducirla en su Guión eterno, nos da vida y nos inmortaliza. Inmortalizarnos es la finalidad de quienes somos finitos: llegar a ser eternos aunque para ello tengamos que ser buenos co­ mediantes, como Buen Comediante es el Gran Autor. Tenemos que aceptar nuestro papel como Avito (tragedia) y Don Fulgencio, y en nuestra representación, habremos de estar esperando el momento de nuestra morcilla (cosa que Avito no intentó). Para Unamuno el lector que somos tiene que terminar en el LECTOR SUPREMO, para que nuestra morcilla permanezca para siempre, eternamente, en el guión del GRAN APUNTADOR. Por eso la novela es una tragicome­ dia. Para Unamuno el juego tragicómico tiene que desarrollarse en el 338 NAT. GRACIA LIX 2/mayo-agosto, 2012, 313-339, ISSN: 0470-3790

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz