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MIGUEL DE UNAMUNO. EL JUEGO DE LA LÓGICA Y LA LÓGICA DEL JUEGO “Es esto a lo que llamará más tarde Unamuno “intelectualismo”, la erección de la ciencia como regla de vida. A causa de este estrecha­ miento positivista se destruye igualmente la conexión razón-vida” u . Y lo que Unamuno pretende que quede mostrado en la novela es que el lector experimente y viva el fracaso de dicho sistema po­ sitivista de sentido para que lo niegue como forma práctica de vida. La forma novelesca de Unamuno consiste en colocar a Avito en ám­ bito distinto, en el que no vale su sistema de sentido, lo mismo que Cervantes coloca a D. Quijote en un mundo que no es el suyo. Y en esta contraposición percibe el lector bien los límites de cada uno de los sistemas de sentido. No es un texto, pues, para ser leído conforme a lógica científica, pues de lo que se trata es de que el lector rebase esta lógica y que, como D. Fulgencio, aprendamos que la lógica de Avito sólo es un juego, y como tal no hay que tomárselo con seriedad vital, sino sólo con la seriedad de las leyes del propio juego. Así pues y como concluía en mi artículo citado al comienzo (aunque allí como norma general, pero ahora referido a esta nove­ la), ésta no está estructurada para la explicación sino para los efectos en el lector, por lo que la explicación no puede sustituir a dichos efectos. Más bien estos, los efectos hacen que la explicación fracase. Porque en la novela el lector ha de experimentar dicho fracaso. El fracaso del sistema de sentido positivista. Por eso dichos textos no descansan en la significación encontrada, sino en el hecho de que nuestra imagen científica de sentido haya sido sobrepasada. Sobre­ pasar esta imagen es la tarea del lector de esta novela. El conoci­ miento aquí, no se ejercita primariamente como lector que conoce lo que dice el texto, sino como lector experimentado (Gadamer). Co­ nocemos a través de la novela no en la novela. Aprendemos cuando cerramos el libro y volvemos a la realidad. Pero ¿qué experimentamos? No la negación en todo momento y para siempre de dicho sistema científico, ni su falsedad, sino sus 11 P. CEREZO, Las máscaras de lo trágico, Madrid, Trotta, 1996, 254. NAT. GRACIA LIX 2/mayo-agosto, 2012, 313-339, ISSN: 0470-3790 335

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