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LUIS ANDRÉS MARCOS hace su papel de cara al exterior y después dentro de casa no es nadie porque lo maneja a su antojo su mujer Edelmira. Avito en cambio, cree y siente que la ciencia va en serio, que es lo único solemne que hay y por eso merece la pena sacrificar a los demás en su nombre. Pero D. Fulgencio, sabe una cosa muy im­ portante que evita la tragedia: que la ciencia es un juego lo mismo que todo oficio, y hay que entenderlo como tal. De otro modo: que la lógica de la ciencia es solamente un juego. Don Fulgencio piensa, pero Avito siente, Marina siente, Apolodoro siente; el primero no vive su pensamiento como tragedia los otros sí. D. Fulgencio piensa y es un cómico, se sabe cómico y por eso no es trágico. Sabe que lo que hace es papel, el suyo y lo representa ante los demás. Tiene conciencia de su representación. Ahora bien, visto desde fuera, desde lo alto, desde el narrador omnisciente, la tragedia de Avito es una comedia, aunque él lo viva y sienta como tragedia. Lo mismo que la comedia de D. Fulgencio, vista desde arriba, también es una tragedia, pues consagra su vida a la comedia. En resumen, de una manera u otra tendría razón D. Fulgencio en lo que le acaba de decir a Avito, en el texto citado an­ teriormente, que esto es una tragicomedia humana. Don Fulgencio es la negación viviente de los dogmas positivis­ tas: “Huye de los hechólogos, que la hechología es el sentido común echado a perder, echado a perder ; fíjate bien, echado a perder, por­ que lo sacan de su terreno propio, de aquel en que da frutos, comu­ nes, pero útiles” (293). Mientras Avito sigue la lógica de la ciencia y prevé científicamente todo y no da un paso sin consultar con la ciencia, Don Fulgencio prefiere que lo vea todo, lo experimente todo , de todo se sature y pase por todo ambiente. Avito quiere el genio; D. Fulgencio que se quite de la cabeza el irpara genio , y que se con­ forme con ser hombre, que no es poco. Ya dijimos que Avito es un creyente de la ciencia. Por eso todo, absolutamente todo , lo ve bajo el paradigma científico. Unamuno dirá que los que se llaman racionalistas y emplean la razón para justificar absolutamente todo no son propiamente hombres raciona- 326 NAT. GRACIA LIX 2/mayo-agosto, 2012, 313-339, ISSN: 0470-3790

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