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MIGUEL DE UNAMUNO. EL JUEGO DE LA LÓGICA Y LA LÓGICA DEL JUEGO D. Fulgencio, a través de la carta, le presenta a Avito, varios nombres griegos y escoge el de Apolodoro, don de Apolo, de la luz del Sol, padre de la verdad y de la vida. Y además empieza por A como Avito, y así los dos están en el mismo baúl de la ciencia. Pero Apolo va unido a la luz, al sol, lo mismo que el fósforo, pues cuando a Marina se le indigestaron las alubias por haber comido tantas para que tuviera mucho fósforo el niño, el médico aconseja a Avito: “No indigeste d e fó s fo r o a l gen io, am igo Carrascal, qu e no basta fó s fo ro en el cereb ro p a r a qu e éste d é luz; no basta , pu es a c a so lo tenemos todos d e s o b r a ” (229). Avito quiere luz, y Marina calor. Y no es lo mismo dar luz que calor. “No le beses (a Apolodoro), Marina, qu e esos besos son semilleros d e m i c r o b i o s Una buena frase que resume la contradicción entre ellos, entre Marina y Avito, entre el amor y la pedagogía. Incluso el hijo se llamaba Apolodoro para Avito, pero Luis para Marina, y cuando ésta se hallaba sola y no podía oírla su marido besuqueaba al niño... y lo llamaba Luis..., mi Luis..., Luisito... Y es que el nombre prohibido, el vergonzante, el íntimo, el de Marina, el hijo del amor, es Luis. Para la ciencia, para Avito, Apolodoro. Con lo dicho hasta aquí no he pretendido exponer ni toda la novela, ni siquiera una parte, eso es tarea del lector, sino únicamente dejar en claro aquello que quiero poner en juego en este trabajo: Que Unamuno ejemplifica el espíritu científico de la época en el personaje de Avito. Este espíritu científico se alza como “el sistema de sentido” de finales del XIX4. La fo rm a mentís de Avito era positi­ vista, en el sentido que he señalado. En este paradigma todo , a b s o ­ lutamente todo en su vida, está visto a través del prisma científico, o mejor, desde la fe en la Ciencia, posición por demás, como señala Unamuno religiosa, no racional. Porque Avito no era un científico, 4 Entiendo por sistema de sentido, la reducción que cada época realiza al seleccionar, del mundo complejo y contingente, unos elementos que entramados adquieren un determinado significado. No podemos, por tanto, referirnos sim­ plemente a la realidad sino a un modelo de realidad (Cf. W. ISER, El acto de leer , Madrid, Taurus, 1987, 119-120). NAT. GRACIA LIX 2/mayo-agosto, 2012, 313-339, ISSN: 0470-3790 323

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