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LA VIDA DEL EVANGELIZADO!* SEGÚN PABLO dencia de la actuación de aquellos misioneros7. Lo que estos hicieron, más bien, fue aprovecharse de una situación ya dada en la comuni­ dad, agudizándola y dirigiéndola en contra de la misión de Pablo. c) Según los datos de la correspondencia corintia, la praxis mi­ sional de aquellos misioneros llegados a Corinto era muy diferente de la paulina8. Actuaban en comunidades cristianas ya establecidas (2 Cor 10,13-16). Para ello, se servían de cartas de recomendación escritas por las comunidades en donde habían actuado, en las que se presentaba el panegírico de su actuación (2 Cor 3,1-3), mostrando así la típica lucha por el honor y el prestigio de la sociedad hele­ nística. Precisamente como contrapartida de los panegíricos de esas cartas de recomendación, Pablo presentará las listas de calamidades sufridas en su misión. Aquellos misioneros vivían, además, a costa de las comunidades (2 Cor 2,17; 11,7-12.20; 12,13-15), entrando así en el sistema de patronazgo y clientela , decisivo en la sociedad de entonces, y demostrando, al mismo tiempo, la vida honorable del orador helenista, que no tenía que recurrir para su subsistencia al humillante trabajo manual. d) En correspondencia con su práctica misional, la imagen del emisario de aquellos misioneros era también muy diferente de la de Pablo. Para ellos, el emisario mesiánico era la típica figura ca­ rismàtica, con poderes especiales, del mundo helenístico. Toda su actuación era la demostración de esa su potencia especial. Ya lo era su misma presencia corporal y la prestancia de sus gestos, al estilo de un grandioso orador (2 Cor 10,1.10). Lo era, sobre todo, su hablar esplendoroso (2 Cor 4,3-6), sirviéndose para ello de los medios de la elocuencia retórica y de la sabiduría (1 Cor 1,17-25; 2,1-5; 2 Cor 10,10; 11,6), mostrando así que por su boca hablaba el mismo mesías 7 La demostración más evidente de ello serían los diversos problemas abor­ dados en Cor A (1 Cor 6,1-11; 10,1-22; 11,2-34; 15,1-58; 16,13-18), la primera carta de Pablo dirigida a la comunidad corintia y en la que aún no se hace ninguna men­ ción de misioneros opositores. 8 Para los textos aducidos a continuación en este apartado y en el siguiente, se puede consultar el comentario de ellos en S. Vidal, Auténticas. NAT. GRACIA LIX 2/mayo-agosto, 2012, 261-287, ISSN: 0470-3790 265

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