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PILAR PENA BÚA 124 nat. gracia LIX 1/enero-abril, 2012, 123-147, ISSN: 0470-3790 cómplice de los reformadores la situación se complica para Melanch- thon, discípulo fiel, si bien independiente del humanista. Aunque las circunstancias eran cada vez más tensas, Melanch- thon se esforzará por evitar la ruptura entre Humanismo y Reforma, entre Erasmo y Lutero. Es más, la polémica entre Erasmo y Lutero conducirá a Melanchthon a revisar sus convicciones, pero en ningún momento se apartará de su línea de acción: la reconciliación de Reforma y Humanismo, pietas et eruditio . Lejos de compartir la vi- olencia e intemperancia de Lutero contra Erasmo, defiende como única actitud admisible la conciliación, la moderación y la paz. I. MELANCHTHON, ENTRE ERASMO Y LUTERO Con motivo del fallecimiento de Erasmo en 1549, Melanchthon escribe Oratio de Erasmo Roterodamo 2 . El discurso no ha de ser con- siderado sólo como un ejemplo pedagógico, como un elenco de artes educativas, también como una confesión personal del reformador. Melanchthon y Erasmo nunca se encontraron personalmente, de ahí que pueda parecer sorprendente el agradecimiento del refor- mador por lo mucho que de él había aprendido. Melanchthon no aprovechó una oportunidad para ver a Erasmo en 1524 cuando en 2 Melanchthon permitió que fuese leído por su discípulo M. Bartholomeus Kalkreut en un acto académico en Wittenberg (Cf. CR XII, 264-717). El motivo de la disertación fue ofrecer argumentos a favor de la implantación del programa de formación humanista en todos los niveles educativos. Se defendía el reformador de los ataques de la ortodoxia protestante que, al menos en sus comienzos, no mostró querencia alguna por el Humanismo. Melanchthon opinaba que las cues- tiones fundamentales debían ser explicadas atendiendo a ejemplos concretos; con este objetivo glosa la vida y obra de Erasmo. El discurso no es un elogio, sino una sobria consideración de las obras del humanista para animar a conocerlas. La joven generación debería leer a Erasmo y, una vez conocida su obra, formarse un juicio propio. Sin embargo, no se trataría únicamente de aprender del método y modo de argumentar erasmiano, también de apropiarse de su agudeza, paciencia y, no en último lugar, de su modestia.

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