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PILAR PENA BÚA 138 nat. gracia LIX 1/enero-abril, 2012, 123-147, ISSN: 0470-3790 cristianismo interior mientras exteriormente se sirve al vencedor. Y, por último, afirman también que hay que resistir contra los turcos hasta el final, de lo contrario su poder se haría demasiado grande. En este escrito el humanista expresa su juicio: una victoria de los cristianos sobre los turcos sólo se producirá si Occidente modi- fica sus juicios e inicia un mejoramiento de la vida. En los últimos sesenta años Europa ha prescindido de la autoridad, la excelencia y la libertad, y percibe esta situación principalmente en la Iglesia: si el Papa no luchara sólo por intereses mundanos, sino por alcanzar una profunda actitud cristiana en la Iglesia, entonces los objetivos de la guerra contra los turcos se habrían logrado. Es necesario, antes de ir a la guerra, llevar en el corazón un Dios misericordioso ( Deus non iratus ) fruto de la corrección de vida; los primeros en dar ejemplo deberían ser los príncipes, para que el pueblo los emulara. Sober- anos dignos son los que se fijan en Dios ( princeps Deo similis ). ¿Qué final espera para la situación? Su propósito es dejar claro que la fe cristiana, como afirmó Pablo, no está en las palabras sino en la fuerza. Erasmo persevera en su convicción: la mejora de la moral individual es para el cristiano el único camino para alcanzar un acuerdo. ¿Sitúa en las fuerzas humanas la capacidad para llegar a un nuevo comienzo? No depende todo sólo de Dios, para que a la fuente lleguen las buenas acciones hay que dejar que fluyan ( Om- mnium bonarum actionun fontem… purgare ). 3. L a paz del I mperio La correspondencia de Erasmo llegó a su punto álgido en los días de la celebración de la Dieta de Augsburgo, en 1530. En total cuarenta y cuatro cartas, veintiséis de Erasmo y dieciocho recibidas. Cuando el cardenal Lorenzo Campeggio, nombrado legado pontificio para Ale- mania y países norteños, le comunicó que no se podía descartar un

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