PS_NyG_2012v059n001p0123_0147

ERASMO DE ROTTERDAM Y FELIPE MELANCHTHON… nat. gracia LIX 1/enero-abril, 2012, 123-147, ISSN: 0470-3790 135 concedió recursos, consigan la paz reflexionando sobre las diversas posibilidades y siendo conscientes de su responsabilidad. A sus ojos es tarea de los teólogos trabajar con las autoridades y recordarles su obligación de conseguir la paz. Erasmo no está diciendo nada novedoso, esta idea se encuentra en su escrito Querela pacis (1516). Si los príncipes no se dejan aconsejar, no podrán entonar la queja por la falta de paz. Mientras tanto, el gran erudito había aprendido de los grandes acontecimientos que las elegías de nada valían, que era necesaria la acción para conquistar la paz y sabía qué hacer para alcanzar el objetivo: afrontar la tarea educativa dando prioridad a las cualidades particulares de cada individuo. En febrero de 1528 Erasmo escribió una pequeña carta a Melanchthon aludiendo a la intemperancia de Lutero. Su intención era influir en los hombres a través de la formación, pero se hallaba viejo y cansado y esperaba que Melanchthon, treinta años más jo- ven, tomara el relevo. Erasmo no está enfadado con él, como podría parecer después de la publicación de su contestación a Lutero. Su deseo era prepararse para entregar a sus amigos humanistas el tes- tigo. Cuando Melanchthon le respondió después de unas semanas 22 le recordó las duras palabras que había leído en el Hyperaspistes , no obstante apreció el gesto de Erasmo y retomó de nuevo la relación. Melanchthon vuelve a subrayar lo mucho que le debía, a él más que a nadie, y se alegra de que en el segundo tomo de el Hyperasp- istes (1527) lo hubiera tratado con más consideración. El reformador declara que nunca aprobó la vehemencia y mordacidad de Lutero contra el humanista, aún así considera a ambos responsables: “ Neque enim habuit tuae dignitatis rationem Lutherus, et tu vicissim illum mirifice deformasti ”. Entiende, además, que si sus escritos hubieran sido elaborados en común traerían más beneficios a la Iglesia, las divergencias se moderarían en lugar de intensificarse. Melanchthon termina su carta convencido de que al gran humanista lo que más le preocupa es la paz pública; opina también que la mejor manera 22 Cf. Allen 7, 370 y ss.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz