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PILAR PENA BÚA 134 nat. gracia LIX 1/enero-abril, 2012, 123-147, ISSN: 0470-3790 pensaran con seriedad, sin dejarse seducir por objetivos inalcanza- bles y esperanzas infundadas. Está convencido de que la pax Christi , que conlleva la renuncia a los éxitos humanos, es el bien más alto, aunque generalmente parece producir todavía más conflictos. Ideas similares a las expuestas en la carta al rey de Polonia las expresa Erasmo en la carta remitida, el 19 de marzo de 1528, al ar- zobispo de Colonia Hermann von Wied 21 . Le recuerda en veintiún refranes que “ el corazón del rey está en las manos de Dios ”, para continuar afirmando que la seguridad de un reino se consolida a través de la generosidad y no de la fuerza, y que todas las acciones humanas deberían tener como meta el reino de Cristo. Dada la con- fusión actualmente reinante, lo prioritario es reflexionar sobre las posibilidades de lograr un equilibrio, de lo contrario la paz nunca triunfaría. También habría que temer que la victoria correspondiera a un sólo maestro , porque la tristeza, en este caso, se repartiría por igual entre los ganadores y los perdedores. En estos años Erasmo no estaba tan esperanzado como antaño. Presentó un informe en el que exhortaba al Emperador a seguir por el camino de la paz; sin embargo Carlos V respondió que con sus acciones bélicas demostraba su amor a la paz al igual que por medio de estrategias pacifistas. Erasmo se deprimió, esas palabras no sona- ban a paz y la guerra había causado siempre demasiados males. Aún así, compartía que las opiniones equivocadas y los juicios apresura- dos podrían tener peores consecuencias. Este es el punto de vista del Humanismo: todos los extremos y radicalismos deberían ser evitados en favor de posiciones más moderadas. Al final, para que las cosas cambiaran de rumbo, sólo le quedaba confiar en la divina Providen- cia, si bien las autoridades deberían mostrar más apego a la virtud de la moderación, abandonar sus intereses privados y centrarse en la consecución del bien común. Aunque la última esperanza debe permanecer siempre en Dios, Erasmo confía en que los hombres, a los que la Providencia también 21 Cf. Allen 7, 362.
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