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ERASMO DE ROTTERDAM Y FELIPE MELANCHTHON… nat. gracia LIX 1/enero-abril, 2012, 123-147, ISSN: 0470-3790 133 Slechta ya mencionaba las tensiones políticas como factor determi- nante en las disputas teológicas. Erasmo, que pensaba que aban- donaría este mundo pronto, quería dejar su receta para acabar con las desavenencias: “ sólo mediante la misericordia de Dios y el buen consejo de los príncipes ”. El Príncipe de Erasmo es el Príncipe cristiano por excelencia. No es el Príncipe de Maquiavelo, a saber, el del nuevo Estado na- cional, fuerte, absoluto, precursor del Leviatán de Hobbes. Los acon- tecimientos políticos y los enredos eclesiales los clasificó de publicus tumultus . Y argumentaba: si Dios intervino mediante un ser humano en los acontecimientos del mundo, lo que fue justificado por los antiguos y por la historia bíblica, de la misma manera el rey de Polo- nia podría hacer frente a las “ olas impetuosas de los acontecimientos políticos ”. En ningún otro soberano, enfatiza Erasmo, contempla la unión de piedad, valor e inteligencia como en Segismundo II. La piedad tiene en Erasmo dos caras: amor a la patria y estudio de la religión. El patriotismo se antepone en esta ocasión; prueba de ello es la perseverancia con la que el humanista apoya al Estado en Prusia, bajo cuya protección podría ser acogido. En cuanto al estudio de la religión los frutos serían la integridad personal y la generosi- dad, con esos ladrillos edificaría las Iglesias, que ya no necesitarían de más equipamiento. Desde que Erasmo consideró la paz como la más alta expresión de la vida cristiana, contempló la falta de entendimiento de los prínc- ipes cristianos, que se extendía irremediablemente por toda Europa, como una traición a los principios que sostenían su poder y sober- anía. Si las disputas llegaran más lejos la religión cristiana se hun- diría. En particular, consideraba una injusticia implicar a la Iglesia en sus contiendas interesadas 20 . Los soberanos se dejaban guiar más por la ambición y la lascivia que por la razón práctica. ¿Dónde se sitúa la grandeza de los príncipes? En la búsqueda de la verdad y la paz. Erasmo deseaba que ante la situación del mundo los príncipes 20 Cf. Dulce bellum inexpertis , LB X, 1568.
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