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HÉCTOR IGNACIO RODRÍGUEZ ÁLVAREZ 104 nat. gracia LIX 1/enero-abril, 2012, 81-122, ISSN: 0470-3790 De este modo, se denuncia la presencia de un mecanismo psí- quico de oscurecimiento de la conciencia, que recupera la respon- sabilidad moral que tiene el hombre frente a esos errores que se atenuaban, aludiendo a una ignorancia o inconciencia. Kierkegaard acusa al yo de esta situación y lo presenta como el único promotor de que ese mecanismo allane momentáneamente el camino de la conciencia, para que finalmente pueda cometer el error. Hemos visto como ciertos deseos o apetitos pueden conllevar al error y sabemos que todo esto se origina en la facultad volitiva, o lo que solemos llamar voluntad, ¿pero qué le ocurre a la voluntad y por qué llega a ese estado en que el yo desee atentar contra sí mismo? 1.4. M anifestaciones patológicas de la voluntad Se nos plantea la existencia y el funcionamiento de un meca- nismo, que genera cierto tipo de ignorancia, que muestra cómo el hombre “ha trabajado por oscurecer su conocimiento”, y así, poder lograr deshacerse de su mayor impedimento en ese paso entre el de- seo de errar y el error mismo. Y aunque una determinada conciencia moral puede funcionar como inhibidor frente a una voluntad, que tiende al error, es necesario aclarar que, antes que un fortalecimiento o aumento de los inhibidores, Kierkegaard propone el saneamiento de esa voluntad enferma. El mecanismo psíquico de generación de ignorancia es la he- rramienta de un yo desesperado que, con una voluntad dominada por su desespero, desea errar y eliminar cualquier obstáculo que se lo impida. Es el mismo yo, quien oscurece su gnosis con la única intención de errar. Por eso, debemos decir que el hombre al encontrarse ante la conciencia de sí mismo, y al sentir cómo ésta amenaza sus ilusiones de un yo diseñado a su antojo y autosuficiente, es capaz de volver- se ignorante respecto de su naturaleza espiritual, para seguir persi- guiendo sus fantasías.

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