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PRELUDIO DEL ESPÍRITU. UNA LECTURA CONTEMPORÁNEA DE LA DESESPERACIÓN… nat. gracia LIX 1/enero-abril, 2012, 81-122, ISSN: 0470-3790 99 el error o el mal-obrar, el punto de desacuerdo está específicamente en la causa que genera dicho error. La noción de mal kierkegaardia- na, al igual que la socrática, consiste en el atentado contra la esencia del yo, contra su disposición natural, contra su estructura 138 . El mal acto o el error quedará definido como cualquier acción del hombre –de su libre voluntad– que atente contra su yo, contra su propia estructura, independientemente de que lo haga con cons- ciencia o sin ella; de la misma manera que el errar de los atenienses, en cuanto atenienses, se daba cuando estos atentaban contra Atenas, y el supuesto desconocimiento de la estructura jurídica de su ciudad, no les libraba de su responsabilidad al respecto. El planteamiento de Kierkegaard no anula el papel de la ig- norancia en la generación del error; tiene claro que antes que el error se lleve a cabo, el yo ha pasado previamente por un estado de ignorancia. Su investigación afirmará sencillamente, que el origen de todo error se encuentra en la voluntad –tesis que quizá Sócrates consideró en cierta medida–, una voluntad afectada por la enferme- dad mortal, es decir, una voluntad desesperada, y que, con su fuerte tendencia al error, genera esa ignorancia como tránsito hacia el error. 1.3. U na instancia originaria previa a la ignorancia Kierkegaard sugiere la presencia de un mecanismo psíquico que da origen a la ignorancia, un mecanismo que va oscureciendo la conciencia . Y aunque no cabe duda de que hay una ignorancia esté- tica 139 , ese ingenuo desconocimiento que puede existir por ejemplo, en un niño que se equivoca por el completo desconocimiento de una realidad física, queda claro, que el autor está haciendo referen- cia a otro tipo de ignorancia, esa que se plantea desde la más íntima 138 “Todo hombre es una síntesis de cuerpo y alma dispuesta naturalmente para ser espíritu. Esta es nuestra estructura” (S. KIERKEGAARD, La Enfermedad Mortal , O. c., 65). 139 La llamaremos así por estar referida a la percepción sensible.

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