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JUAN RAMÓN FUENTES JIMÉNEZ 54 nat. gracia LIX 1/enero-abril, 2012, 51-77, ISSN: 0470-3790 logra haber experimentado la felicidad, ha vivido y, por tanto, morir no es el problema puesto que sus objetivos han sido satisfechos. Por el contrario, quienes no han vivido en el sentido de haber satisfecho sus aspiraciones, de haber expresado ideas, sentimientos, relaciones y demás, esos jamás han disfrutado de la vida y nunca han sido fe- lices. Si además quienes así han vivido alcanzan a constatar este he- cho, entonces es dramático morir para ellos puesto que han pasado por esta vida sin pena ni gloria. Para Mill, desde su antropología religiosa, el individuo es un ser finito, acotado por un inicio y un final, que busca la felicidad en ese espacio y que no añora una inmortalidad. Un ser inmortal para Mill es una pesada losa insoportable. Para el autor de Utilitarismo , aunque se da la paradoja de que el individuo no quiere dejar de ser, no quiere desaparecer, a la vez se da el rechazo a la posibilidad de la inmortalidad. Mill, como buen empirista, en lo referente a “otra vida” no le cabe más que plantearse dónde está la prueba de la misma, dónde está el fundamento en el cual sustentar nuestra esperanza. Es más, el operario de la East Indian Company no tiene reparos en descalificar la idea sobrenatural, por tanto metaempírica, de la inmortalidad. Esa descalificación parece que tiene que ver con que ideas así son propias de mentes poco formadas e infelices. Es lo que parece desprenderse de estas palabras: La naturaleza humana, aunque le agrade el presente y no esté deseando dejarlo, encuentre consuelo, y no tristeza, en el pensamiento de que no está eternamente encadenada a una existencia consciente que dudosamente quisiera conservar para siempre 64 . Por tanto, para Stuart Mill la idea de inmortalidad vale para aquellos que les proporciona consuelo y les ayuda a vivir mejor, pero desde su perspectiva personal no tiene sentido puesto que el concepto “vida” que él maneja implica otro, el de “felicidad” que comporta la realización total del individuo en esta vida terrenal. Pa- 64 O. c., 95.

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