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LA TEOLOGÍA EN LA FILOSOFÍA UTILITARISTA DE JOHN STUART MILL (II) nat. gracia LIX 1/enero-abril, 2012, 51-77, ISSN: 0470-3790 53 presente o la existencia de otra vida después de ésta. Son precisamente los que nunca han sido felices los que tienen este deseo 62 . Se ve que Mill liga inmortalidad con infelicidad. Ya expusimos en el número anterior cómo Stuart Mill, desde la objetividad, valora el que para el ser humano en general la idea de inmortalidad del alma sea un asidero en el que se agarre tras la finitud biológica. Pero ahora Mill se posiciona ante esta idea y, como empirista e inducti- vista, si es coherente parece que ha de ser más bien agnóstico y no darle a esa idea de inmortalidad la importancia que sí tiene para el creyente que posee fe. Para Mill, como utilitarista, como hedonista social que es, la felicidad es el fin principal del individuo, no la in- mortalidad de su alma. La consecución de esa felicidad por parte del individuo significa que éste tiene vida. En Mill felicidad es igual a vida, de modo que quien no la consigue, no vive; y por ello nece- sita de “otra vida”, otra segunda oportunidad para vivir. Es como un premio de consolación: Quienes han poseído la felicidad pueden soportar la idea de dejar de existir, pero tiene que ser duro morir para quien jamás ha vivido. Cuando la humanidad deje de necesitar una vida futura como con- suelo de los sufrimientos de la vida presente, esa idea habrá perdido su valor principal 63 . Se deja ver en estas líneas cómo para Mill alcanzar el fin, ser feliz, sólo es posible en la vida biológica. Se muestra así una concep- ción de la vida y la felicidad según la cual una vez que el individuo 62 Cf. J. S. MILL, La Utilidad de la Religión , O. c., 91. Es de notar que esta idea que defiende Mill aquí, también se encuentra presente en la visión de la reli- gión de Augusto Comte (1798-1857), para quien la hipótesis de la existencia de Dios es cada vez más una hipótesis abandonada, en tanto en cuanto la humanidad va progresando a nivel intelectual y material. Tanto en Mill como en Comte, no es tanto un negar que Dios exista, cuanto afirmar que la hipótesis de su existencia pro- gresivamente va siendo olvidada por la humanidad que se preocupa del progreso y que ve en el progreso (sobre todo en las ciencias en el caso de Comte) el avance, la felicidad y la solución a sus problemas. 63 O. c., 92.

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