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JUAN RAMÓN FUENTES JIMÉNEZ 62 nat. gracia LIX 1/enero-abril, 2012, 51-77, ISSN: 0470-3790 Se puede ver cómo los sentimientos juegan un papel relevante en el marco de la Religión de la Humanidad. Sentimientos de desin- terés, alejados de cualquier acto de egoísmo. Son esos sentimientos el epicentro de la Religión de la Humanidad, la cual es caracterizada por Stuart Mill como una religión que “ Es desinteresada. Saca los pensamientos y sentimientos fuera del yo, y los aplica a un objeto altruista que se ama y se persigue como última finalidad de un val- or intrínseco” 79 . Son, tales sentimientos en sí mismos, una religión auténtica. En una religión así, en la Religión de la Humanidad las buenas obras han de ser miradas como fruto de dicha religión. La esencia de lo religioso es una fuerte y determinada orientación de las emociones y deseos hacia un objeto ideal. Esta condición es cumplida por la Religión de la Humanidad en un grado tan eminente o más como puedan cumplirlo las religiones sobrenaturales 80 . Se percibe una unión entre los sentimientos de desinterés, de alteridad, de preocupación por el otro como por uno mismo, con la vida social que se articula desde normas sociales y morales. Así, en Stuart Mill y desde la Religión de la Humanidad, se contempla una panorámica que hibrida Religión de la Humanidad, sociedad, política y moral. La Religión de la Humanidad es presentada por Mill como el ideal capaz de colmar las más altas aspiraciones de los de nuestra especie. Una religión que permita al género humano progresar hacia la perfección individual y social, muy al gusto del XIX. El cultivo de este tipo de religión habrá de insertarse en el ámbito educativo y por ello desde temprano deberá estar presente en los individuos. Gracias a todo ello el individuo hará de su vida una existencia en la 79 Cf. J. S. MILL, La Utilidad de la Religión, O. c., 82 . 80 Cf. J. S. MILL, Essays on ethics, religión and society , O. c ., 426: To call these sentiments by the name morality, exclusively of any other title, is claming to little for them. They are a real religion; of which, as other religions, outward good works are only a part, and are indeed rather the fruits of the religion than the religion itself. This condition is fullfilled by the Religion of Humanity in as eminent a degree, and is a high a sense, as by the supernatural religions even in their manifestations, and far more so than in any of their others.

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