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Un nuevo paradigma para las relaciones entre Comunicación… nat. gracia LIX 1/enero-abril, 2012, 7-49, ISSN: 0470-3790 45 Es evidente, por otra parte, que nuestro tiempo no permite lectores, oyentes o televidentes ingenuos. Ya aludí antes, cuando analicé el contexto en que desarrollan su tarea los medios de comu- nicación, al laicismo que impregna la sociedad en que vivimos. El comunicador cristiano no puede obviar este hecho cuando piensa en los receptores de su mensaje, pero esto no debe suponer, por fuerza, un condicionante negativo. Es más, habitamos una sociedad laica no solamente porque así lo proclamen constantemente numerosos heraldos, en ocasiones y por desgracia, portadores del laicismo más intransigente y con una dialéctica en ocasiones virulenta, sino, de manera esencial, porque gran parte de los creyentes lo somos con la tibieza de los tiempos débiles y acomodados. Como acertadamente ha escrito el Nobel egipcio Mahfuz en una de sus narraciones: “Dios no cambia nada en un pueblo hasta que sus habitantes lo cambien por sí mismos” 63 . Se trata de una dificultad no pequeña para que el comunicador cristiano se haga oír en este mundo. Sin embargo, y precisamente por esa actitud reacia que muestra el receptor hacia determinados mensajes, considero que se hace necesario no alzar la voz, en un mundo, por otro lado, en el que todos gritan, sino, por el contrario, echar mano de todo aquello a cuanto nos hemos referido con ante- rioridad al pensar en cómo debíamos actuar en tanto que emisores y sobre cómo elaborar los mensajes. Hemos visto también que más hostil que los macizos muros del Templo y de la Ley contra los que chocaron las palabras de la Buena Noticia de Jesús no es nuestra sociedad. Pese a lo que pueda parecer, vivimos en una cultura de- mocrática que se encuentra a años luz de los primeros siglos de la historia del cristianismo y, sobre todo, 2.000 años de fe nos deberían aportar la serenidad y la confianza de quien sabe que los hombres y las generaciones, pasan y desaparecen. Saber en qué estamos arrai- gados y dejar que el viento del Espíritu sople. 63 N. MAHFUZ. Diálogos del atardecer . Madrid, Martínez Roca, 1997, 47.
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