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Un nuevo paradigma para las relaciones entre Comunicación… nat. gracia LIX 1/enero-abril, 2012, 7-49, ISSN: 0470-3790 41 anunciar el evangelio de un modo proselitista. El rechazo de la so- ciedad en que vivimos sería –como así lo resaltan determinados sectores con frecuencia– frontal. El proselitismo más eficaz ha sido siempre el anuncio coherente y el testimonio sincero. Incidiendo en ello es probable que, como ya he analizado antes, no sea tarea del comunicador tomar partido y juzgar sobre aquello de lo que se informa, ser combativo frente a los males que contempla o lo que él considera inadecuado en su sociedad. Sin embargo, como cristianos en el mundo actual, por otro lado, los comunicadores debemos sen- tir el espíritu del antiguo profetismo bíblico que llegó, en tiempos de Jesús, hasta las orillas del Jordán recorriendo a través del tiempo la historia de Israel. Nuestro mundo se ha desacostumbrado a los profetas con se- mejante preocupación a aquella con la que Israel se había acostum- brado a que fueran ellos los que le recordaran su olvido y velaran por su fidelidad a Dios. Una vez más se requiere que anuncio y denuncia vayan de la mano. No obstante, el espíritu profético revela claramente la predilección del Señor por la justicia y el amor antes que por el culto. Más aún, cojo quedaría el segundo si los primeros no se dieran en plenitud. Conviene entonces recordar las palabras, por ejemplo, que leemos de la mano del profeta Oseas, cuando dice “Porque yo quiero amor, / no sacrificio, / conocimiento de Dios / mejor que holocaustos” (6,6). O más rotundo, si cabe, se manifies- ta Isaías al poner en boca de Dios lo siguiente: “Cuando extendéis vuestras manos, / me tapo los ojos por no veros; / aunque menudeéis la plegaria, / no pienso oírla. / Vuestras manos están llenas de sangre: / lavaos, purificaos, / apartad vuestras fechorías de mi vista, / desistid de hacer el mal / y aprended a hacer el bien: / buscad lo que es justo, / reconoced los derechos del oprimido, / haced justicia al huérfano, / abogad por la viuda” (1, 15-17). O, por último, recordemos otra imprecación similar: “¡Aparta de mí el rumor de tus canciones, / no quiero oír la salmodia de tus arpas! / ¡Que fluya, sí, el derecho como agua y la justicia como arroyo perenne!”, clamará Amós (5, 24). Esto constituye, sin duda alguna, una constante a lo largo de la predi- cación profética y que será evocada por los evangelios en boca de

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