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ASUNCIÓN ESCRIBANO HERNÁNDEZ 26 nat. gracia LIX 1/enero-abril, 2012, 7-49, ISSN: 0470-3790 reverencia, actúa también como una bisagra en la cadena de los pro- blemas que acosan a nuestro tiempo 30 . IV. MENSAJE Desde esta perspectiva, y trasladando a la comunicación en general la idea teológica de que “contar es el modo propio de ha- blar de Dios” 31 , en tanto que comunicadores (y cristianos) tenemos en nuestras manos la posibilidad, o no, de comunicar a la luz del Evangelio. Cualquier noticia tiene un rostro humano que no siempre resulta ser la cara que se ofrece de la información 32 . Tras una co- yuntura económica, un dato sociológico, un acontecimiento bélico o cualquier tipo de accidente... siempre hay personas que deben ser tratadas como los verdaderos sujetos de la noticia, y el modo en que esta se ofrezca en los medios implicará la manera en que serán ellos más o menos afectados aún después de haberse transmitido la noticia. ¿Qué cualidades deberá mostrar un mensaje para participar adecuadamente en el proceso comunicativo? En mi opinión, el men- saje debería ser bello, esperanzado y verdadero. 30 Ib., 926-927. 31 G. GUTIÉRREZ, La densidad del presente , Salamanca, Sígueme, 2003, 65. A juicio de este autor, tal como manifestó en su discurso de incorporación a la Acade- mia de la Lengua en Perú en 1995, “la narración incorpora dentro de ella al oyente. Cuenta una experiencia y la convierte en experiencia de aquellos que la escuchan. Lo propio del relato es la invitación, no la obligación; su terreno es la libertad, no el mandato. Una teología que ponga en él sus pies, que sepa narrar la fe, será una teología humilde y respaldada en el compromiso personal. Una teología que pro- pone y que no pretende imponer, que escucha antes de hablar”, y alude, además, el teólogo, a la idea inicial del profeta Jeremías de la incapacidad para hablar (Jr. 1, 6), diciendo, Gutiérrez, que “su lenguaje sería así más respetuoso del misterio de Dios y de la libertad de su interlocutor”, Ib. , 67. Creemos, sinceramente, que, extrapoladas de su sentido teológico, estas palabras sintonizan perfectamente con la idea del ejer- cicio de la comunicación que aquí se está exponiendo y defendiendo. 32 “Echar raíces en lo que André Malraux llamaba “la condición humana” es un requisito para un auténtico lenguaje teológico”, G. GUTIÉRREZ, O. c., 51.
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