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ASUNCIÓN ESCRIBANO HERNÁNDEZ 20 nat. gracia LIX 1/enero-abril, 2012, 7-49, ISSN: 0470-3790 al que ha llegado la política y, por qué no, también los medios, cada vez vale más lo que hacemos y menos lo que decimos. Por otro lado, un lenguaje claro y sencillo, adaptado perfecta- mente a los destinatarios, es el complemento ideal de la credibilidad en todo proceso comunicativo. En la línea de lo ya señalado con anterioridad sobre este tema, habría que recordar, sin embargo, que la preocupación de Jesús por hacerse entender le llevó a lo largo de su vida pública a hacer uso de toda clase de recursos retóricos en una época, precisamente, en la que el manejo de tales técnicas se encontraba a la orden del día. Así pues, los instrumentos que el lenguaje ofrece al comunicador para ejercer su tarea le permitirán embellecerla y orientarla hacia la persuasión de la manera que él considere más adecuada. Junto a esa credibilidad manifestada en la autoridad por los demás reconocida y un lenguaje destinado a la comprensión, el co- municador cristiano debe hacer gala de una impoluta independencia de todo poder político o económico. Es posible que muchas de las expectativas que Jesús levantó entre quiénes le escuchaban en la Palestina campesina de su época, hacia la que iba dirigido su men- saje de un modo especial, tenían, evidentemente, ansias de carácter político o económico, y sabido es, por otro lado, que no le hubiera sido difícil acaudillar, en esa línea, algún tipo de rebelión de cariz político o militar contra los romanos, o de orientación social en un contexto de lucha de clases que también habría tenido notable eco. Los evangelios nos lo dejan entrever con frecuencia, pero no se tra- taba de eso 20 . 20 Como han señalado Borg y Crossan al describir las dos procesiones que, “un día de primavera del año 30”, coincidieron entrando en Jerusalén por distintas puertas: “La procesión de Jesús tenía en cuenta deliberadamente lo que estaba ocu- rriendo en la otra punta de la ciudad. La procesión de Pilato exhibía el poder, la gloria y la violencia del Imperio que regía el mundo. La procesión de Jesús mostraba una alternativa: el reino de Dios”, M. J. BORG y J. D. CROSSAN, La última semana de Jesús. El relato día a día de la semana final de Jesús en Jerusalén , Madrid, ppc, 2006, 17.

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