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EL PECADO ORIGINAL, CLAVE PARA ENTENDER EL MUNDO DESDE LA FE encasillarla en la pura racionalidad para verla como algo, no sólo raro en la supuesta diafanidad de nuestras ideas, sino un absurdo insostenible y ridículo. Como se indica arriba, negada la realidad que se quiere significar con el término de ‘pecado original’, no tendría objeto el problema planteado por la Comisión teológica y que ha latido siempre en la historia de la teología. 4. LA PECAMINOSIDAD COMÚN NO ES SÓLO LA SUMA DE PECADOS INDIVIDUALES Con la fe, negamos que la idea del ‘pecado original’ sea un pro­ ducto de mera fantasía. Pero tampoco se ha de ver como una verdad sobrenatural tan extraña a la razón, que no existan atisbos de su existencia desde la misma experiencia natural. Los ‘verba’, en cuanto añadidura de la razón, no sólo se presentan como problemas a solu­ cionar, sino que aparecen como testigos más o menos perceptibles de la verdad del mismo pecado universal. Es el panorama alarmante de la incuestionable pecaminosidad que anida en nuestra sociedad, esclava de la injusticia y de tantos excesos inmorales. El hecho es- peranzador de que sobre la abundancia del pecado sobreabunda la gracia salvadora, no quita dramatismo preocupante a esta situación humana de pecado que se expande como una epidemia. Quedan para siglos atrás los fuegos fatuos del iluminismo, que, rejuveneciendo con figuras nuevas el rechazo pelagiano de la doc­ trina del pecado original, se entusiasmó con un optimismo ingenuo respecto del desarrollo del mundo hacia el bien por obra del hombre intrínsecamente bueno. Paradigma en este punto es el famoso Émil ideado por Rouseau. Todo consistía en educarlo haciéndole ver lo bueno y lo hermoso, lo mismo en el universo como en la natura­ leza humana. El muchacho, sólo con ver ese panorama límpido, lo es el Salvador de todos los hombres, que todos necesitan salvación y que la salva­ ción es ofrecida a todos gracias a Cristo” (n° 389). NAT. GRACIA LVIII 3/septiembre-diciembre, 2011, 669-694, ISSN: 0470-3790 675