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EL PECADO ORIGINAL, CLAVE PARA ENTENDER EL MUNDO DESDE LA FE 10. EL PECADO ORIGINAL SEÑAL DE ESPERANZA Frente a la resignada o desesperanzada realidad de nuestros males, la fe en el pecado original descubre que la situación peca­ dora del hombre en el mundo no es una fatalidad sustancial al ser humano, sino algo debido a una decisión inicial libre, que al mismo tiempo demuestra la radical libertad del hombre y ayuda también a comprender que no resultan irracionales y desesperantes todos los males del mundo. Ciertamente, con espíritu realista, no podemos menos de ver la contradicción existencial de un mundo en que el progreso científico material facilitando las relaciones humanas, no elimina, antes profundiza en las conciencias, como un contagio, la tendencia agresiva injusta del hombre singular y de los diferentes grupos humanos. Nuestra ilusión de bienestar futuro se ve oscure­ cida constantemente sin remedio por la persistencia de tantos males morales y físicos. Una primera tentación que cunde en muchos es considerar incomprensible la coexistencia de esos males evidentes con la existencia de un Dios bueno y omnipotente. Y rindiéndose al fatalismo se niega la posibilidad de que Dios exista. Pero es claro que negando a Dios, no se arregla nada. Es precisamente la fe la que abre una luz de esperanza en el túnel oscuro de nuestros males. Porque la fe nos dice cuál es el origen de los mismos y al mismo tiempo su provisionalidad esperanzadora. En ello va la conciencia de pecado, que la filosofía naturalista no puede soportar. Es precisa­ mente la fe, el Espíritu Santo el que nos convence de nuestra situa­ ción de pecadores y de la pecaminosidad de nuestros actos malos. Dijo Jesús en su discurso de despedida antes de su muerte: Cuando venga el Espíritu Santo, convencerá al mundo en lo referente al pe­ cado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio (Jn 16,8). El pecado está presente en la historia del hombre: sería vano intentar ignorarlo o dar a esta oscura realidad otros nombres. “Para intentar comprender lo que es el pecado, es preciso en primer lugar recono­ cer el vínculo profundo del hombre con Dios, porque fuera de esta relación, el mal del pecado no es desenmascarado en su verdadera NAT. GRACIA LVIII 3/septiembre-diciembre, 2011, 669-694, ISSN: 0470-3790 685

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