PS_NyG_2011v058n003p0669_0694

BERNARDINO DE ARMELLADA Juan Pablo II sobre los asustados ante ‘el escándalo’ de tal pecado, es que su crítica “termina oscilando entre un optimismo superficial e irresponsable y un pesimismo radical y desesperado”17. En efecto, la elucubración de un ‘cristianismo sin pecado original’, o bien se redu­ ciría al cristianismo hipotético, no real, en que la humanización de Dios en Cristo vendría a llamar a justos y no a pecadores, contra lo que él mismo dice: No he venido a llam ar a justos, sino a p ecad ores (Mt 9 , 13 ). La historia a la que Cristo se ha sumado es la de una hu­ manidad pecadora que él viene a salvar. Es la realidad dialéctica de pecado-redención que configura la historia. Que el Cristo sin pecado naciera de una Madre preservada del pecado, es la excepción lógica que confirma la regla universal. Preservada, con redención radical, por ser inmediata colaboradora y maternalmente responsable de la presencia salvífica de Cristo. La ún ica del Cantar de los Cantares ( 6 , 9 ). Los argumentos racionales contra la injusticia que supondría en Dios la existencia del pecado original tendrían que llevar a la negación de la evidencia del mal moral en la humanidad, como hace una filosofía determinista que niega la libertad y, por tanto, la responsabilidad humana. La consecuencia es la perdida hipócrita del sentido del pecado. Por eso hoy el hombre no se cree pecador. No es capaz de ponerse avergonzado ante el Dios (< contra ti, contra ti sólo p equ é) del Antiguo y del Nuevo Testamento (cf. Sal 51,6; Le 18,13)- El hombre no se da cuenta de que es pecador y que necesita el perdón de Dios. Simplemente se quita a Dios de en medio para aislarse en el propio egoísmo: un egoísmo solitario que devora toda verdadera esperanza. El pesimismo radical y desesperado de que habla Juan Pablo II. 17 JUAN PABLO II, Catequesis 24 septiembre 1986. 682 NAT. GRACIA LVIII 3/septiembre-diciembre, 2011, 669-694, ISSN: 0470-3790

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz