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JUAN ANTONIO MATEOS PÉREZ representa Santo Tomás, singularmente entre los pueblos católicos... ¿Es que de tal manera odian los católicos la civilización actual en todas sus ramas, que no dudan aceptar todo lo pasado en odio á lo presente? ¿Es que entienden que se ha esterilizado por completo la humana razón desde la Edad Media; que losprogresos que entonces hizo la llevaron hasta donde puede llegar; que ya no hay adelan­ to posible; que no hay “sino estudiar la Summa Theologica, y repetir sus lecciones, como el escolar que decora la conferencia? ¿Es que el Renacimiento, Lutero, Bacon, Descartes, Kant, Hegel y Krause han pasado por la historia como fenómenos aislados y sin valor alguno? ¿Es que en realidad no se sabe hoy más, mucho más, en todos los órde­ nes de la ciencia, que entre los siglos décimotercioy décimosexto?...”12 El presbítero don Francisco se sitúa más cerca del tradicionalis­ mo13 de Donoso Cortés, con un cierto pesimismo en la naturaleza humana y en la razón. Pero también de Balmes, en su concepto de verdad del “sentido común”, como forma de unir la conciencia con el mundo externo. Piensa en una filosofía sistemática que se inspire en el Catolicismo: uEn la filosofía escolástica hay tres elementos: el sentido común, el aristotélico y el cristiano. El primero siempre vive, el segundo está muerto casi en su totalidad, y el tercero no esfilosofía escolástica, sino dogma y moral cristiana. ¡Oh! Si los doctores cató­ licos abandonaran la filosofía escolástica a su suerte y se dedicaran a defender el catolicismo con el sentido común y la ciencia -n o con la metafísica-, otros resultados serían, otra sería su influencia sobre 12 F. CAMINERO, La filosofía cristiana en restauración, en La Ilustración Católica 1 (1877) 2-4. 13 Menéndez y Pelayo que tenía una relación muy estrecha con F. Cami­ nero y G. Laverde, ahí está su Epistolario , piensa que uno de los más destacados representantes del tradicionalismo religioso. En la Ciencia Española en una nota a pie de página comenta: Adviértase que el Sr. Laverde escribía en 1868, cuando el tradicionalismo conservaba aún restos de su vitalidad en Francia, y contaba entre nosotros un representante tan ilustre como el malogrado Caminero. Hoy, después de las solemnes declaraciones del Concilio Vaticano y de la Encíclica de León XIII sobre los estudios filosóficos, el tradicionalismo parece haber sucumbido del todo ante la restauración escolástica, renovándose la antigua concordia entre la razón y la fe. M. MENÉNDEZ Y PELAYO, La Ciencia Española, II. Madrid, CSIC, 1953-54, 387. 638 NAT. GRACIA LVIII 3/septiembre-diciembre, 2011, 633-668, ISSN: 0470-3790

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