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FUGA DEL YO ANTE EL MUNDO Y SU IMPERIOSA RESPONSABILIDAD SOCIAL muestran entristecidos de momento y que al cabo de unas horas pue­ den estar riendo, se refugian en la mentira de su llanto simulado, para esconder la cobardía y la verdadera lamentación de no poseer algo tan verdadero como la tribulación que padece el caballero, esta tribu­ lación, manifestación de la cruz del Verbo, es en su trasfondo comu­ nión con lo divino y la más alta de las dichas110. Teniendo presente que lo íntimo es superior a lo exterior nos preguntamos en este momento: ¿Dónde y cómo debe ordenarse un caballero? Quizá un caballero se ordena en cada instante y en cada acto, pero la manera puede tener sus reveses. Si nos acercamos al texto evangélico, encontraremos las siguientes palabras: “cuando ha­ gas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto”, “cuando ayunes, perfuma tu ca­ beza y lava tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los hom­ bres, sino por tu Padre que está allí en lo secreto”, “cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto te recompensará.”, si el Maestro enseña que ésta es la manera en que debe hacerse la ofrenda a Dios, entonces cabe preguntarse, ¿cómo deberá ordenarse un caballero? Quizá no estemos en condiciones de dar respuesta a esa pregunta, pero podemos afirmar que el reino que busca el caballero no es de este mundo, y la fama y el prestigio no deberían seducirlo. En ese mismo sentido nos dice Kierkegaard que el caballero de la fe no es maestro, y de acuerdo a esto, tampoco puede ser juez en sí mismo, es testigo y en todo caso tiene una labor inacabable en esta vida, ocuparse de su interioridad. Esto implica cuidarse de realizar un enjuiciamiento charlatán y vanidoso, un enjuiciamiento que pretendiendo referirse a los demás recaiga ridiculamente sobre él mismo, y termine proponiendo aquello que no tiene el valor de poner en práctica. Por eso, su labor está en él mismo, su juicio está en función de su existencia y debe estar atento en cada instante. “El caballero de la fe, por el contrario, no duerme nunca, pues está 110 Cfr. Gta/6,14. NAT. GRACIA LVIII 3/septiembre-diciembre, 2011, 577-632, ISSN: 0470-3790 631

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