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HÉCTOR IGNACIO RODRÍGUEZ ÁLVAREZ un ejemplo meramente ilustrativo, muestra como en una anulación puede darse una plenitud. 2 . 6 . P resen cia d e d o s a n tig u o s pr e c e p t o s ju d ío s El amor a Dios es el que “puede inducir al caballero de la fe a dar su amor al prójimo la expresión contraria a la del deber, conside­ rado desde el punto de vista ético”98. Esto saca de sus casillas a ese dios-razón, y angustia a quienes lo idolatran, ya que se encuentran con el Dios verdadero, un Dios que no pueden comprender, un Dios que no pueden atrapar en el pensamiento o dentro de un conjunto de leyes sensatas. Los dos primeros mandamientos de la ley judía, al basarse en el verbo amar, se distancian inevitablemente de los parámetros de sen­ satez, este verbo -tanto en su comprensión griega, como en la judía y posteriormente en la cristiana- se pasea por los callejones de lo absurdo y linda con el territorio de la locura, sin embargo y a pesar de las posturas más racionalistas de la modernidad y del residuo de la misma, nunca ha dejado de tumbar los más sólidos argumentos, desde una verdad, que le da el poder requerido para lograrlo. Mostrar una “realidad” más agradable que sincera no ha sido una de las características de la pluma de nuestro autor, y si genera incertidumbre o angustia que el Dios verdadero esté por encima de la razón humana, y que en consecuencia, jamás sea comprendido por ésta, no será Kierkegaard quien nos mienta, complacientemente, para aplacar nuestro malestar. Mientras se afirme la creencia en el Dios de Abraham, tendrá que aceptarse que su cualidad no puede ser reducida a una fórmula kantiana o a un algoritmo matemático. Y quien ose criticar que el amor a Dios puede llevar al pa­ ciente a expresar su amor al prójimo de la manera contraria al que 98 S. KIERKEGAARD, Temory Temblor , Madrid, Tecnos, 1987, 52. 626 NAT. GRACIA LVIII 3/septiembre-diciembre, 2011, 577-632, ISSN: 0470-3790

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