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FUGA DEL YO ANTE EL MUNDO Y SU IMPERIOSA RESPONSABILIDAD SOCIAL través de una narración literaria, aquello que Kierkegaard llama “lo demoníaco”. Se da cuando el paciente posee una actitud de ensimis­ mamiento que lo somete, y en un determinado momento se topa con el bien, esto genera una situación que le lleva a una apertura involuntaria, que lo saca del ensimismamiento que poseía. Es por esto que Kierkegaard lo define como “la angustia ante el bien”, y en este caso, lo demoníaco se manifiesta en la violencia y la mentira, sin embargo el bien prevalece, y aunque este Pseudo- Abraham pierde el puesto y la importancia que tenía ante los ojos de su hijo, el hijo se aferra a la fe en Dios, el bien prevalece y el Pseudo- Abraham finalmente halla el reposo. Sin embargo, y a pesar de lo admirable de la situación, el personaje no obedece el absurdo man­ dato y no se da el ensimismamiento hacia lo divino en la intimidad característico de la fe. Este Pseudo-Abraham cumple con casi todo, pero la angustia lo posee en medio del camino y no llega a tener la infinita resignación ni la plena confianza presentes en el acto de fe. 1.2.5.2. Resignación, tristeza y resentimiento Era muy de madrugada, cuando Abraham se levantó, abrazó a Sara, desposada de su vejez, y Sara besó a Isaac, que le había librado de la vergüenza y era su orgullo y la esperanza de su descendencia. Cabalgaron en silencio durante el camino y Abraham no levantó los ojos del suelo hasta que llegó el cuarto día, entonces alzó la mirada y vio a lo lejos el monte Moriah, y de nuevo sus ojos volvieron al suelo. En silencio recogió la leña para el sacrificio y en silencio ató a Isaac: en silencio empuñó el cuchillo: entonces vio el carnero que Dios había dispuesto. Lo sacrificó y regresó al hogar... Desde aquel día Abraham fu e un anciano; no podía olvidar lo que Dios le había exigido. Isaac continuó creciendo, tan florido como antes; pero la mirada de Abra­ ham se había empañado y nunca más vio la alegría 30. En este segundo caso, se muestra cómo, en una circunstancia en la cual un hombre recibe un mandato divino de tal naturale­ za, puede haber escuchado el mandato de Dios, haberse resigna­ do y haberlo obedecido hasta el último momento, pero esto sigue 30 ID. NAT. GRACIA LVIII 3/septiembre-diciembre, 2011, 577-632, ISSN: 0470-3790 599

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