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JUAN RAMÓN FUENTES JIMÉNEZ A lo largo de la historia de la Filosofía se han exhibido diversas pruebas en torno a la existencia de Dios. Mili pasa a analizarlas. Comienza el londinense por acometer el argumento de la llamada Causa Primera. El análisis de Mili se sujeta en la relación causa- efecto que preside la observación en la naturaleza. Así, para Mili todos los eventos en la naturaleza están conectados entre sí y de­ penden para su existencia de uno, pero la ciencia aún no ha podido comprobar esto concluyentemente2. Desde esta perspectiva, Stuart Mill entiende que existen dos concepciones en torno a la idea de Dios: una es inconsistente y la otra no lo es. Para el hijo de James Mili es inconsistente concebir a Dios como un ser que gobierna el mundo desde sus deseos variables; y lo que sí es consistente es concebir a Dios como un ser que gobierna el orbe desde leyes invariables3. En todo caso, y guiados en el campo de la ciencia por la ca­ dena causal fenoménica, ésta indefectiblemente lleva al individuo de unos fenómenos a otros y finalmente a lo que Mili llama Fuerza Originaria. Para Stuart Mill, en la Naturaleza existen cambios, pero también existen aspectos que son permanentes. Los cambios son llamados por él efectos de otros cambios previos; pero lo que existe de modo permanente no puede ser denominado en absoluto efecto. Por ello, Mili llega a la idea de Fuerza Originaria ^. En realidad este argumento, según Mili, se fundamenta en Platón5. Pero llegados a la idea de Fuerza Originaria , ésta -sujetándose a la rigurosidad de la experiencia- es algo indeterminado y no se le puede asignar una determinada causa. Por consiguiente, la conjetura relativa a una voluntad anterior a la Fuerza Primera resulta indemos­ trable. Por lo tanto, al no existir una comprobación rigurosa, habrá 2 O. c., 434. 3 O. c., 435. The one which is inconsistent is the conception of a God gov­ erning the World by acts of variable will. The one which is consistent is the concep­ tion of a God governing the World by invariable laws. 4 O. c., 437. 5 O. c., 439. This argument is a very old one. It is to befound in Plato. 546 NAT. GRACIA LV1II 3/septiembre-diciembre, 2011, 543-573, ISSN: 0470-3790

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