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MANUEL LÁ7ARO PULIDO La palabra “interculturalismo o interculturalidad” como la ante­ rior, no aparece en el DRAE, posiblemente porque ha sido un hori­ zonte especular imposible de alcanzar. El interculturalismo pretendía defender horizontes de diálogo cultural desde las diferencias cultu­ rales existentes. No quería ser ni relativismo, ni homogeneización cultural o integración. Es difícil afrontar esta posición desde el punto de vista filosófico ante cuestiones como la inconmensurabilidad de culturas o su validez (que lleva con frecuencia al relativismo). Efecti­ vamente, la interculturalidad ha supuesto una maquinaria de realiza­ ción en los diversos ámbitos de ejecución intelectual que ha intenta­ do afirmar eliminación de barreras de comunicación, nuevo espacio cultural de interacción, nuevo código cultural... No existe un puente entre las culturas, sino una especie de mezcla cultural. En principio, la interculturalidad como idealidad, como lugar de la utopía que quiere ser posible, es positiva... en un mundo de confrontación. La interculturalidad supone también una lógica de dialéctica de identidades: aquí el esfuerzo no se ceba en la desintegración de una identidad en otra, sino de afirmar las identidades desde lo que es diferente en una dialéctica de identidad que oprime e identidad opresora. En definitiva, la identidad sige siendo un problema: “Digamos que si la integración quiere despachar las identidades como «tumores»que dificultan el desarrollo de una sociedad enferma, la interculturalidad quiere despachar el «tumor» de una identidad para que todos los órganos del ser vivo socialpuedan funcionar, seña­ lando la valía de cada órgano. Pero la perspectiva no ha cambiado demasiado, con respecto a antes. Se trata de ver el ser humano como el resultado de un largoproceso de diferenciación, que está abocado, por los mecanismos de la modernización y antes losfrenos de la moder­ nidad, a vivirjuntos. Pero ¿no será que lo que subyace en elfondo es la «heurística del miedo» como criterio para desviar la atención de los verdaderos problemas que subyacen y amenazan realmente la ciuda­ danía universal?'*. Lo que aparece, por lo tanto, es que las políticas del intercul­ turalismo están cargadas de buenas intenciones por parte de la ma- 8 Cf. M. LÁZARO, Ciudadanía universal, O .c 39-40 (en prensa). 424 NAT. GRACIA LVIII 2/mayo-agosto, 2011, 419-453, ISSN: 0470-3790

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