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MARÍA “MADRE SACERDOTAL” EN EL PUEBLO DE DIOS sacerdocio de Cristo en la Iglesia. Todos los teólogos parten de que el sacerdocio, como puente solidario y representativo uniendo a los hombres con la divinidad, pasando por la figuras que pueda ofrecer la historia de las religiones, encuentra su expresión definitiva en Cristo, Sumo Sacerdote d e nuestra f e (Hb 3,1), víctima d e p r o p ic ia ción p o r nuestros p e ca d o s , no sólo p o r los nuestros, sino también p o r los d el m undo entero ( ljn 2,2). Él, h ab ien d o ofrecido p o r los p e c a dos un solo sacrificio, se sentó a la diestra d e Dios p a r a siempre (Hb 10,12). Igualmente se reconoce que Cristo, como sacerdote y con su acción sacerdotal, continúa en la Iglesia hasta la consumación del mundo. Desde la última cena de Jesús preludiando la oferta de su vida en la Cruz, hasta las misas de hoy en nuestras iglesias, no ha ce sado de hacerse presente y efectivo el sacrificio del Sumo Sacerdote de nuestra fe, Cristo. Todo ello mediante los sacerdotes ‘ordenados’ para ese ministerio. Pero la fe vivida en la Iglesia no es una esfinge estática frente al correr de los tiempos. En mutua confrontación, fe y razón descubren riquezas ocultas o también pueden correr el peligro de tergiversar la esencia de su contenido. Y el tema del sacerdocio no ha quedado marginado en esta evolución. Dos hechos han llevado a suscitar y discutir dicho problema del ‘sacerdocio’: por una parte, la conciencia de la necesidad de colaboración activa de los seglares en la vida y actividad de la Iglesia, avivando su responsabilidad como ‘Pueblo de Dios’ y ‘Pueblo sacerdotal’ y, por otra parte, tratando de comprome ter la colaboración de las mujeres en el mismo sacerdocio ordenado. Con este motivo flotan en el aire cuestiones entrelazadas como “sacerdocio sacramento” (en virtud de la ordenación) reservado a los varones, “sacerdocio del pueblo de Dios”, “sacerdocio de las muje res”, “sacerdocio de la Virgen María”. Es la supuesta apertura de las mujeres al sacerdocio ministerial lo que suscita las discusiones más apasionadas en la cultura de una justa igualdad entre los dos sexos. Y es curioso que en las argumentaciones que quieren ser tradicionales, entra la Virgen María como prueba para el “sí” y prueba para el “no”. Según unos, María no fue sacerdote; por tanto, no lo pueden ser las mujeres. Para otros, hay pruebas de que la Virgen María fue sacerdote; luego el ser mujer no obsta para que se reciba la potestad sacerdotal. NAT. GRACIA LVIII 2/mayo-agosto, 2011, 385-417, ISSN: 0470-3790 387
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