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EL RECHAZO DE LA GUERRA EN EL ORIGEN DE LA UNIÓN EUROPEA orientación a lo largo de siglos (oceánica la una, y el interés británico en este sentido por mantener “su” Commonwealth110, era eviden­ te; continental la otra) que no aparecían en los otros socios conti­ nentales. Para Schuman se trataba “d ’une différance d ’état d’esprit, d ’éducation politique , de tradition nationale ” m. En cualquier caso, la colaboración franco alemana en el tema de dos materias primas esenciales para la industria, como eran el acero y el carbón, resultó un aspecto clave en todo el proceso originario de la Europa unida12 de página a Churchill. Los británicos aún conviven con las consecuencias de las decisiones estratégicas entre Estados Unidosy Europa que Churchill tomó. En sus dis­ cursos anticipó la mayoría de los dilemas aún vigentes en el país”, T. GARTON ASH, Mundo libre. Europa y Estados Unidos ante la crisis de Occidente , Madrid, Tusquets, 2005, 53- Es más, aunque la postura de Churchill fue en un principio claramente proeuropea, hasta el punto de que a partir de 1945 “dedicó gran parte de su tiempo en la oposición a promoverla causa de una Europa unida”, Mundo libre, O. c., 57), fue, sin embargo, su temor a contrariar a Estados Unidos lo que le hizo bascular en la balanza hacia el Atlántico en los últimos años de su vida y en la redacción de sus memorias. uEn eso reside, pues, -concluye Garton Ash- el legado churchilliano: un compromiso inequívoco con Estados Unidos y un compromiso ambiguo con Europa. Una acción conjunta basada en un lenguaje común, hacia un lado; y buenas pala­ bras, en general no acompañadas por los hechos, hacia el otro”, Ibidem, 59. 110 De la que el propio Schuman llega a decir que “auquel elle tient comme à la prunelle de ses yeux, qui prime pour elle toute organisation internationale imaginable, n ’est même pas une Confédération; il constitue cependant une réalité vivante et efficace”, Pour VEurope, O.c., 115. 111 Ib., 117. 112 “La riqueza conjunta era, en primer lugar, el carbon y el acero, cuyas cuencas naturales, inscritas en un triángulo geográfico cortado artificialmente por las fronteras históricas, Francia y Alemania compartían de forma desigual, pero complementaria. Estas fronteras, fruto del azar, se habían convertido en la era industrial, cuyo nacimiento coincidió con el de las doctrinas nacionalistas, en obstáculos para los intercambios, y más tarde en líneas de enfrentamiento. Los dos pueblos ya no se sentían seguros si no poseían en propiedad todos los recursos, es decir, todo el territorio. La rivalidad conducía a la guerra, que sólo arreglaba elpro­ blema por un tiempo, el necesario para preparar el desquite. Ahora bien, el carbón y el acero eran la clave a la vez delpoderío económico y del arsenal donde seforjaban las armas de la guerra. Este doblepoder les daba entonces un formidable significado simbólico ya olvidado, semejante al que reviste hoy en día la energía nuclear. Fusio­ narlospor encima de lasfronteras seríaprivarlos de su prestigio maléfico, coniñrtién- dolos, por el contrario, en garantía depaz”, J. MONNET, Memorias, O. c., 288. NAT. GRACIA LVIII 2/mayo-agosto, 2011, 323-381, ISSN: 0470-3790 367

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