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FERNANDO BENITO MARTÍN tercer lugar, la ya mencionada antigüedad de la idea de Europa y, por último, el hecho evidente de que de nada sirve hablar de Europa si no se hace: “el verdadero m edio d e defin irla es construirla”73. El análisis desarrollado por Rougemont en Europa com o p r o b a b ilid a d nos convence del acierto y la clarividencia de este autor en lo con­ cerniente al futuro de la Europa unida. Con relativa frecuencia, el desconocimiento y la lejanía de la historia pasada hacen creer a los hombres que las raíces del presente no se hunden en el pasado tan­ to como en realidad lo hacen. Ocurre así con la historia de Europa como entidad política y, aunque muchas de las referencias de Rouge­ mont se pierdan en la bruma de la Antigüedad, no puede por menos dejar de pensarse que existe un hilo que atraviesa las épocas hacien­ do de la idea de Europa algo más que una mera alusión al paisaje. El Rougemont que analiza el hundimiento de Europa y defiende su renacimiento político desde una postura de no belicismo es, de este modo, el que está proponiendo una nueva y prometedora línea a seguir para Europa, alejada de las guerras intestinas como la solución a sus problemas. Si bien el Rougemont de Tres milenios d e Europa toma las ideas de otros como configuración de la nueva cartografía europea que propone, asumiendo así los miedos y los argumentos de aquellos autores, es sin embargo el de Europa com o p ro b a b ilid a d el que mejor representa el vitalismo de la Europa unida que es capaz de dar un giro a su historia y, en cierto modo, “redi­ mirse” para, en la línea de la filosofía de la compensación, llegar a ser otra cosa. Será precisamente la teoría de la compensación, procedente de la teodicea74 la que nos permita encuadrar en un ámbito filosófico- antropológico la gestación del proceso que lleva a la Unión Europea 73 Tres milenios de Europa, O. c., 19-20. 74 Cf. O. MARQUARD, Filosofía de la compensación. Estudios sobre antro­ pología filosófica, Barcelona, Paidós, 2001, 19 y ss. En las palabras de Leibniz “Dios no sólo “permite” el mal sino que lo compensa abundantemente”, se encontraría el origen de este concepto, Filosofía de la compensación, O. c., 20. Cf. también, para los antecedentes, 58-59. 354 NAT. GRACIA LVIII 2/mayo-agosto, 2011, 323-381, ISSN: 0470-3790

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