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EL RECHAZO DE LA GUERRA EN EL ORIGEN DE LA UNIÓN EUROPEA especial las que probablemente aún hoy continúan siendo las más conocidas, Kaputt y La piel, podrá percibir con claridad hasta qué punto una de las características de su estilo es el lenguaje irónico, e incluso cínico en no pocas páginas, allí donde lo que se describe es un cuadro de una inhumanidad que, en no pocas ocasiones, se muestra en realidad como un compendio de las crueldades huma­ nas. Evidentemente este hábito estilístico supuso no pocas críticas a su autor. En este sentido, si su obra fue capaz de concienciar a sus contemporáneos acerca de los desastres de la guerra es algo a lo que probablemente contribuyó pagando un tributo no sólo en relación con la aceptación o el rechazo social a los que se vio sometido según los gustos a que sus obras dieron lugar, sino sobre todo el tributo que deben pagar determinados creadores por internarse en los pan­ tanosos terrenos de las maldades del alma humana. Si bien no fue una casualidad que el primer capítulo de La p ie l fuese titulado por su autor “La peste”, pues bien sabía Europa que las guerras siempre eran seguidas como una sombra, a lo largo de toda su historia, por consecuencias tan devastadoras como la peste, es la última frase de dicha novela (“es una vergüenza g a n a r una gu erra ”) lo que sitúa a la literatura europea del siglo xx a la altura moral, nuevamente, de las proclamas humanistas y antibelicistas del siglo xvi; aquello que la entronca una vez más con el humanismo pacifista en la Europa de estos años. De todos modos, y pese a que resulte hipócrita taparse los ojos ante las consecuencias de una guerra que se cree acabada, el salto cualitativo entre su descripción literaria de las consecuencias de la devastación de la guerra en Europa y la que el pintor español Goya llevase a cabo un siglo antes se caracteriza, precisamente, por ese siglo xix que los distancia y que arrasó con muchas de las certezas que hasta entonces habían contribuido al apuntalamiento de las so­ ciedades europeas pese a la guerra y todo tipo de calamidades. Sin embargo, si bien buena parte del antibelicismo humanista del siglo xvi se hallaba motivado por razones religiosas, la sociedad europea de mediados del siglo pasado no había atravesado la contempora­ neidad impunemente en este sentido. Con Curzio Malaparte, como NAT. GRACIA LVIII 2/mayo-agosto, 2011, 323-381, ISSN: 0470-3790 343

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