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MARTÍN LUTERO Y LA MÚSICA DE LA REFORMA salmos comprendidos en los números 12 al 18; otro es el de los antiquísimos himnos medievales con raíces en los autores cristianos de los siglos IV y V, y en el primer repertorio de lo que llamamos “gregoriano”29: núms. 4 (“Media vita in morte summus”), los “Leise?0 7 y 8, y los himnos 19 a 24, entre los que no pueden faltar las “se- quentiae” de Pascua y Pentecostés (núms. 19, 20 y 22). Finalmente, otros son cantos libres (aunque con raíces textuales y musicales en la inmediata Edad Media), donde ya empieza a aflorar lo que Lutero mismo denominará “Corales del Dogma”, evidenciando las profun das intenciones catequéticas del nuevo repertorio31. Los textos de los corales se deben a Lutero (18), P. Speratus (3), J. Joñas el Viejo, Elisabeth Cruciger y Erhard Hegenwald; el núm .ll se atribuye a J. Hus con la advertencia de “gebessert” (corregido) y el último es anónimo. Sólo dos de los autores aquí mencionados no han entrado todavía en escena. E. Cruciger (1500-1535) es de noble familia de la Pomerania (Meseritz era su nombre de pila), que la recluye en un monasterio, del que, tras convertirse a la Reforma, huye en 1522 a Wittenberg donde es acogida en casa del alumno y colaborador de Lutero J. Bugenhagen (al que debía su conversión) y contraería matrimonio con el teólogo C. Cruciger, cuyo apellido toma. Es la primera poe tisa de la Reforma, y este coral suyo que contiene el cancionero de Erfurt, de título “Eyn L obsan ck von Cbristo ” (Un canto de alabanza de Cristo) pasaría a la tradición luterana como coral de Epifanía con 29 Es tardía la atribución al Papa Gregorio Magno del origen del canto grego riano y poco verosímil su autoría de piezas, en cuya labor le representa el “Antifonario Hartker” de Sankt Gallen, datado en torno al año 1000, con el Espíritu Santo insuflán dole la inspiración, que él a su vez, sentado en su cátedra, dicta al amanuense. 30 Provenían de cantos antifonales en los que el pueblo respondía con dife rentes aclamaciones (el “ Ruf 0, entre las que destacaba el Kyrieleis, que por aféresis de la “e” de eleison y apócope de la sílaba final se queda en Leis (plural, Leisen). Repasaremos más adelante su gestación y uso. 31 WICHMANN VON MEDING (“ Luthers Gesangbuch, die gesungene Theo- logie eines christlichen P sa lters THEOS-Studienreihe Theologische Forschunergeb- nisse. Band 24, Hamburg, 1998) se ocupa, ampliamente sobre este aspecto de las intenciones catequéticas del repertorio musical reformado. NAT. GRACIA LVIII 2/mayo-agosto, 2011, 243-322, ISSN: 0470-3790 263
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