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JUAN FERNANDO SELLÉS queremos, imaginamos, etc. De acuerdo con esto se debe afirmar la distinción real entre intelecto agente y posible. Cuestión candente -hasta hoy- es si se puede distinguir en el intelecto posible entre especies impresas y expresas , pues “no cabe objeto conocido sin acto de conocer” 51, porque tal presunto “objeto mental” sería en ese caso un postulado incognoscible, ya que tener un objeto en la mente significa tenerlo conocido. Por tanto, no cabe su “impresión” sin su “expresión” noética. Tal distinción sólo cabe en los sentidos externos, porque en ellos hay que distinguir entre la inmutación corporal del órgano ( especie impresa) y lo que (objeto conocido) de dicha inmutación (especie expresa) la facultad conoce con su acto. Pero si la inteligencia carece de soporte orgánico, tener objetos es conocerlos. Como se puede apreciar, sostener especies impresas intelectuales diversas de las expresas es un derivado del aludido fisicalismo. En este tema Boyvin ofrece (de mano de Escoto) otra paradoja: la identificación de la especie expresa con el acto de entender. Pero la distinción entre ambas dimensiones noéticas es clara, porque, aunque ambas sean inmateriales y simultáneas , el acto es real mientras que el objeto pensado es ideal] el primero no es intencional en cambio el segundo lo es enteramente. Otro tema a perfilar es el de la memoria intelectual , que este autor -como la ma yor parte de la tradición filosófica precedente- atribuye a los hábitos. Es verdad que es propio de los hábitos adquiridos la memoria. Lo que habría que añadir es que tales hábitos no conocen directamente objetos pensados, sino los actos de conocer ejercidos; pero como estos actos han presentado objetos mentales, mediante los hábitos se pueden conocer los actos y dichos objetos. Aciertos. Junto a las precedentes críticas, cabe destacar algunas ventajas de la versión boyviniana del intelecto agente. Una de ellas estriba en que -como Tomás de Aquino52- lo concibe como don 51 “No hay objeto sin acto, sin operación (axioma lateral E)”. P olo , L., Curso de teoría del conocimiento , ed. cit., 256. 52 “La luz del intelecto agente..., procede en el alma, sin duda, como del pri mer origen, de las sustancias separadas y principalmente de D i o s T omás de A quino , De Ver., q. 10, a. 6, co. Y en otros lugares añade: “En el alma se encuentra cierta vir- 196 NAT. GRACIA LVIII 1/enero-abril, 2011, 177-199, ISSN: 0470-3790
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