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EL INTELECTO AGENTE SEGÚN JOANNE GABRIELE BOYVIN (S. XVIII) expresa, pues en el conocer no rige la causalidad, que es propia­ mente física. Por otra parte, al afirmar que el intelecto posible es más pasivo que activo, que por ello es inmanente y, además, es cognoscitivo, tiende a concebir el intelecto agente como activo, no inmanente y no cognoscitivo. Pero de esta opinión -netamente escotista- surge una tesis que caracteriza a la modernidad: la potencia es anterior y superior al acto. Sin embargo, esta afirmación es injustificable, tanto en teoría del conocimiento como en metafísica: lo primero, porque hace surgir el conocer de la ignorancia; lo segundo, porque hace brotar el acto de la potencia. Si no es correcta la posición escotista, tampoco lo es la contraria tomista que interpreta el intelecto agente como una “potencia activa”, pues esta noción es, en rigor, contra­ dictoria, ya que nada puede estar en potencia y en acto a la vez y respecto de lo mismo. Si el intelecto agente estuviese nativamente en potencia, requeriría de otra “potencia activa” previa y superior para ser actualizado, y así sucesivamente. Pero nótese que Aristóteles no designa al intelecto agente como “potencia”, sino como “acto”. De acuerdo con esta observación, la distinción entre ambos intelectos es netamente jerárquica (la que media entre el acto y la potencia) y a favor de intelecto agente -como advirtió el Estagirita- Asimismo, tampoco se le puede sustraer el conocer al intelecto agente, porque un método cognoscitivo sin un tema conocido es absurdo. Otro problema -originado con Escoto- que Boyvin reitera es el de la simplicidad del alma humana , es decir, la identificación de ésta con sus potencias y de ellas entre sí. Sin embargo, simple sólo es Dios. El hombre -como toda criatura- es compuesto, y no sólo por la dualidad básica de alma y cuerpo (o por la más básica aún de essentia-actus essendi ), sino que es complejo en su corporalidad y en su espiritualidad (también en su esencia y asimismo en su acto de ser). En efecto, las potencias inmateriales son distintas e irreducti­ bles (por eso pueden ser contrarias), como también son distintos sus objetos, actos y hábitos. Además, la suma de las potencias no con­ forma el alma humana, pues ésta es irreductible a ellas, pues de otro modo actuaríamos siempre, pero es claro que no siempre pensamos, NAT. GRACIA LVIII 1/eneroabril, 2011, 177-199, ISSN: 0470-3790 195

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