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ILDEFONSO MURILLO El arte resum ida d e en con trar la verdad , la obra que considera un regalo del Cielo, le proporciona un lenguaje que le facilita los principios para la predicación. Cabría concebir esta obra como un libro de introducción al arte de la meditación, cuyo lenguaje es el de los nombres de Dios, en donde convergen sus conocimientos adquiridos hasta entonces. Su arte implica un método y un lenguaje. Lulio vive obsesionado por reducir la expresión de la realidad a un único lenguaje, que es uno de los motivos más complejos de su obra. Hasta podríamos detectar ahí las claves para su pensamiento místico (Cf. Vega 34-35). En ese lenguaje juegan un papel importante las figuras sensibles como contexto común simbólico: el círculo, la escalera y el árbol. El Libro del gentil y d e los tres sabios (1274-1276) es la primera obra en la que aplica el reciente lenguaje descubierto tras la ilu­ minación de Randa. Los nombres de Dios configuran la base (los elementos fundamentales) de un contexto común de significado que posibilita un lenguaje religioso común en el que se pueden entender los tres sabios (un judío, un cristiano y un musulmán) y hablar con un gentil. Lulio no diría nunca que sólo tenemos nombres. Las pala­ bras significan conceptos o ideas y cosas. Habría un sexto sentido, el afato -a ffa tu s -, que nos hace expe­ rimentar la palabra, en la que el sujeto expresa los significados para sí mismo y para los otros (cf. Bassols 141-165). Es un sentido activo y no pasivo, como los otros cinco (vista, oído, olfato, gusto y tacto). Según Lulio, (los antiguos y m odernos filósofos han hecho a l afato una gran injuria p o r no h ab erle reconocido p o r uno d e los sentidos, siendo él tan necesario, y aún m ás p a r a ad qu irir las cien cias qu e los otros sentidos, p o rqu e p riv ad o el afato se p riv a ría la locución, con lo qu e no pu d ie ra el oído c au sa r la cien cia oyendo, y sin la cien cia no tendríam os noticia d e las cosas p asad as, ni futuras, ni d e Dios glorioso, pu es sólo tendríam os noticia d e lo p resen te” (AD 29). El en­ tendimiento conoce el mundo sensible por la imaginación y el afato, del que depende la palabra. Ésta (el significante) tiene una realidad sensorial, distinta del entendimiento, el cual, “ayu d án d ose con el afato, oíd o y vista, a lc a n z a y com prende la v e rd ad ” (AD 30). El acto del nombrar, propio del afato, convierte a éste en verdadero agente 140 NAT. GRACIA LVIII 1/enero-abril, 2011, 135-175, ISSN: 0470-3790

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