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DIOS Y EL HOMBRE EN RAIMUNDO LULIO que no descubramos la capacidad luliana de expresar mediante un sistema de signos propio esa experiencia extraordinaria. Al estilo de un libro de confesiones, expone el marco de su pensamiento místico mediante el lenguaje de la filosofía y la teología con el que pudo familiarizarse durante sus estudios. Antes, entre los años 1271 y 1272, había redactado su Compen dium logicae Algazelis , donde se anuncia el lenguaje de lo que será su gran descubrimiento: el arte combinatoria. Después de la ilumi nación de Randa los temas no van a cambiar, pero sí la forma del len guaje. A las visiones anteriores y a la formación recibida durante casi diez años en Mallorca se suma ahora el advenimiento de un lenguaje nuevo por medio de un libro revelado. Un libro que le capacitaba para escribir y predicar con la autoridad de la revelación divina1. No necesita acudir ni a la autoridad de la Biblia ni a la de otros autores. Tiene clara conciencia de la situación hermenéutica en la que viven los creyentes cristianos, judíos y musulmanes, que ven la crea ción entera como una acción de la Palabra de Dios a través de los atributos divinos. La genialidad de su método consiste en que su método de comprensión ( modus intelligendx) está condicionado por el modo de ser ( modus essendi ), lo que, a su vez, hará posible un nuevo modo de significación ( modus significandí). En Lulio notamos una correspondencia entre el pensamiento, la realidad y el lenguaje 1 El texto cuasi-autobiográfico Vida coetánea , como bien indica Miquel Batllori “da una pista para explicarnos la gran iluminación de Randa: el resplandor súbito de una clarificación intelectual en un hombre que, durante largo tiempo, había alternado los estudios filosófico-teológicos de cristianos y musulmanes, en busca de un método de convicción dirigido a la conversión de éstos: en resumen, un fruto del estudio consciente y de una larga elaboración subconsciente ” (Batllori XXI). No sería necesario atribuir la iluminación de Randa a una revelación sobrena tural. El que Lulio subjetivamente creyera en una intervención sobrenatural de Dios no excluye el que podamos explicar ese acontecimiento (la clarificación intelectual que le descubre su Arte ) de otro modo. Amador Vega opina también, en un sentido semejante, que los principios de su arte “están configurados y han surgido del largo periodo de meditación que con cluye con la iluminación del Arte” (Vega 31). NAT. GRACIA LVIII 1/enero-abril, 2011, 135-175, ISSN: 0470-3790 139
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