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ILDEFONSO MURILLO pensamiento de la filosofía teológica medieval ” (Llinás 37), nos pri­ varía del único camino racional de acceso a Dios, el último sentido y fundamento absoluto de la existencia humana. Lo cual nos está insinuando que el llamado “oscurantismo medieval” nos puede ayu­ dar a iluminar algunos ámbitos tenebrosos de la cultura actual. Basta con que superemos ciertos prejuicios. La figura de Raimundo Lulio (Ramón Llull) puede parecemos, a la vez, actual y anacrónica. Su arte combinatoria constituiría una hazaña pionera del mundo informático. Pero su actitud especulativa y contemplativa le alejaría del pragmatismo que caracteriza a nuestro mundo de principios del siglo XXI. Además, el fin último de su arte era facilitar y aun forzar intelectualmente (por medio de razones necesarias) la conversión de los hombres a Dios: el Dios Trino y en­ carnado en Jesucristo. Nuestro lenguaje sobre Dios y sobre el hombre es imperfecto pero no tiene por qué ser vacío o engañoso. Expresa nuestro conoci­ miento de Dios y del hombre. Un conocimiento que se queda siempre muy lejos de lo que es la plenitud de la realidad. No obstante, nuestros sentidos y nuestro entendimiento nos permiten acercarnos de algún modo a la verdad. Nuestro conocimiento de las cosas y nuestro modo de hablar sobre ellas son imperfectos. Pero tocamos realidad. La ver­ dad ocupa el centro del pensamiento de Lulio. Es una verdad salva­ dora: el Dios Trinidad que se encarna en Jesucristo. El Dios creador y salvador irradia en todos los escritos de Lulio. Éste juega el papel de trovador de Dios y de Jesucristo. El ideal religioso se convierte en intelectual. Y su proyecto intelectual culmina en la vida contemplativa Asistimos a una conversación cósmica que todo lo invade y lo penetra, y que aparece en la mayor parte de sus escritos. En la contemplación juegan un papel importante el entendimiento y los sentidos. Nuestro entendimiento, a través de los sentidos, contempla a Dios en el mundo sensible. Se siente ilustrado por Dios, meta y cima de todo conocimiento humano, que de suyo es finito y limitado ifenit et termenat). Hoy parece que Dios está ausente de la naturaleza. Por otra par­ te, cuanto más se concibe al hombre en conexión con la naturaleza se cree que menos necesita de Dios. 172 NAT. GRACIA LVIII 1/enero-abril, 2011, 135-175, ISSN: 0470-3790

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