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ILDEFONSO MURILLO medio d e él p o d am o s obten er un m ayor conocim iento, am o r y m em o ria, y condu cir [h a cia esta meta] todas las fu e r z a s d el alma, pu es p o r el signo se con o ce lo significado; y p o rqu e se con o ce lo significado, se lo recuerda y a m a ” (CSD 276). Los actos secundarios de Dios, como el crear, descienden de los superiores como el efecto de su causa, para que Dios sea memorado, amado, entendido y alabado. Todo lo que escribe sobre Dios tiene un principal objetivo: con seguir que sea fácil amarle. Lo expresa de una manera rotunda en un texto escrito en Mesina en febrero de 1314, dos años, aproxima damente, antes de su muerte: “ H ab iendo sido cread o todo p a r a con o c er y am a r a Dios y siendo muy d ifícil con o cer a Dios, p o rqu e no es sensible ni imaginable, y siendo muy difícil am a r lo desconocido, p o r eso intentamos h a c e r cien cia sobre Dios, p a r a qu e am a rle mucho sea muy f á c i l ” (AN 21). Muchos de sus escritos nos hablan de la existen cia y realidad concreta de Dios. Habla de Dios en distintos géneros literarios: tratado escolástico, narración, poesía, proverbios, etc. ¿Basta para alcanzar a Dios, en toda su profundidad y plenitud, el conocimiento racional, necesario para convencer a los infieles? ¿Qué facultad prevalece en el acercamiento a Dios: la memoria, la inteligencia o la voluntad? En una de sus obras Lulio imagina a estas tres facultades como tres mujeres que quieren subir al cielo y ver a Dios y tener su amistad. Se produce un cierto conflicto entre ellas, porque cada cual quiere ir primero por ver antes que la otra la bon dad de Dios y su grandeza. Después de escuchar lo que sucedió en la disputa de un judío, un cristiano y un musulmán ante un gentil, deciden que sea la inteligencia la que vaya la primera. Pero poco después leemos lo siguiente, que nos puede desconcertar: “ Mientras las tres mujeres a l cielo subían, cu an d o h ab ían c am in ad o mucho y se h a b ían a c e r c a d o a l sol, el entendim iento se can só y no pu d o soportar el gran ca lo r d el sol. Fue la voluntad delan te y la m em oria después y el entendim iento detrás, qu e n a d a entendía, p e r o qu e su p on ía qu e era cierto lo qu e la voluntad y la m em oria afirm aban d e Dios y d e su g ran b o n d a d ” (AE 550). Un ermitaño, nos cuenta Lulio, se preguntaba cómo estaba Dios antes de que el mundo existiese. Y llegó a convencerse de que Dios no existía porque no podía imaginarlo con ninguna de las 164 NAT. GRACIA LVIII 1/enero-abril, 2011, 135-175, ISSN: 0470-3790
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