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DIOS Y EL HOMBRE EN RAIMUNDO LULIO la naturaleza de Dios respecto de que en toda naturaleza hay actos, pasiones y acciones, y que de ellas está constituida o consta nece­ sariamente, pues la naturaleza no puede ser, ni existir sin ellas, ni ellas sin la naturaleza; en lo que el entendimiento comprende que en la naturaleza divina hay naturante, natural naturado y natural naturar, sin los cuales ella no puede existir” (AD 127). En Dios se distingue, por tanto, entre inteligente, inteligible y entender, entre eternante, eternable y eternar, etc. Los atributos divinos “tienen actos naturales reales intrínsecos y propios, como conceden todos los hom­ bres de cualquier nación y religión que seanv (AD 124). Este modo de hablar nace del intento de investigar la natural di­ ferencia y concordancia en Dios o demostrar con razones necesarias el misterio de la Trinidad. Decir que en la divina esencia hay acto, pasión y acción significa que hay paternidad, filiación y espiración o conexión. Y recordemos que los tres correlativos en Dios son primi­ tivos, verdaderos y necesarios. Primitivos porque no hay otros que los precedan y son causas de todos los entes creados. Verdaderos y necesarios porque si alguien quitase un correlativo, desaparecerían también los otros dos y se destruiría toda la divina naturaleza. No se cansa de hablar de Dios porque éste ocupa el centro de su vida, de su ser y de su actividad. Su principal objetivo, explíci­ tamente en muchos de sus escritos e implícitamente en todos, es promover el conocimiento, amor, servicio y alabanza de Dios. En el Prólogo de su relato Félix o maravillas del mundo (1287-1289), cuando tiene cincuenta y cinco años, lo expresa con decisión y sen­ timiento: “En tristeza y congoja estaba un hombre en tierra extraña, el cual se maravillaba de cuán poco las gentes de este mundo cono­ cen y aman a Dios [..]. Este hombre lloraba y se lamentaba de cuán pocos amadores, servidores y loadores tiene Dios en él. Y para que sea verdaderamente amado, conocido y servido, hace este libro ” (F 605). Veinte años después, al comienzo de su libro Los cien nombres de Dios (1308), insiste: “Como la felicidad del hombre consiste en entender, amar y recordar a Dios, por esto se nos ordenó: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tusfuerza s”(Mat 22, 37) y, por eso mismo, queremos hacer este libro sobre los cien nombres de D ios-de centum signis Dei-, para que por NAT. GRACIA LVIII 1/eneroabril, 2011, 135-175, ISSN: 0470-3790 163

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