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DIOS Y EL HOMBRE EN RAIMUNDO LULIO de tres , sino solamente la voluntad que estaría de ellos vacía. Y a eso el sarraceno no pudo responder ‘Eso mismo te digo’, dijo el cristiano, ‘de la bondad de Dios; antes de que el mundo existiese , ¿cómo esta­ ba?’. El sarraceno no osó decir que estuviese en bonificante, bonifi- cable, bonificar porque no consentía en la producción de personas divinas, y dijo que estaba en sí misma sin bonificante, bonificable, bonificar. Y entonces el cristiano le dijo que ella estaba ociosa y vacía de grandeza, de poder y de fin; de grandeza, porque grandeza de bondad es que sea tan grande obrando como estando; vacía estaba de poder, porque en sí misma ni en otro no tenía poder ni otro tenía poder en ella ni de ella; vacía estaba defin, porque de ella cosa algu­ na de bien se seguía. Y entonces el sarraceno fu e vencido por razón de la producción divinal que el cristiano le babía probado”(AE 592- 593). La cita ha sido larga. La considero, sin embargo, significativa del diálogo racional, tal como lo entiende Lulio. A la vez han hecho acto de presencia los correlativos , que juegan un papel tan decisivo en la comprensión dinámica de Dios y del alma humana, de todas las cosas creadas en cuanto son imagen de Dios. Precedentes inmediatos de la apologética luliana son el Puñal de la fe -Pugio fide i- de Ramón Martí y la Suma contra los gentiles -Summa contra gentes- de Tomás de Aquino. Doctrina de la per­ suasión a la que les impulsó Raimundo de Peñafort, General de los dominicos. Tanto Ramón Martí como Tomás de Aquino sólo aplica las razones necesarias a los preámbulos de la fe -praeambula fid e i- y no a los artículos de la fe -articula fidei-, que no podrían demos­ trarse racionalmente. Lulio intenta ir más allá: aplicar las razones demostrativas o necesarias a los artículos de la fe, inaugurando un nuevo modo de filosofar, por medio de su arte. Pero también, como San Francisco de Asís, persigue un ideal de perfección evangélica, individual y social. A través de las páginas autobiográficas de Blanquerna y Félix o libro de las maravillas , re­ corriendo los distintos estados de vida, quiere empujar a los hombres hacia el camino de la verdadera perfección y salvación. Blanquerna, el protagonista del primer relato, como San francisco, terminada su misión apostólica, comienza la vida contemplativa, el estado más perfecto. NAT. GRACIA LVIII 1/enero-abril, 2011, 135-175, ISSN: 0470-3790 155

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